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viernes, 18 de diciembre de 2020

¿Se ha preguntado cuántas personas y pasos son necesarios para materializar un acuerdo de voluntades? Imagínese un escenario muy común y simple: un préstamo de dinero a través de un contrato: debe buscar a un abogado que redacte el documento, negociar los términos y condiciones, identificar las partes, valor, plazo, intereses, garantías, consecuencias del incumplimiento, acudir a una notaría y reconocer las firma, registrar los gravámenes que puedan surgir, y así seguiríamos enlistando varios pasos para lograr el propósito planteado empleando varias horas de trabajo, desplazamientos y suscripción de documentos que se pueden refundir o deteriorar. Para este caso han podido emplearse unas diez horas (sin contar el tiempo que tarden en inscribirse las garantías del préstamo) y aproximadamente siete personas distintas (de forma directa) para lograr llevar a cabo un acuerdo tan cotidiano.

Si ha analizado lo anterior, calcule los costos y tiempo que pueden desencadenar acuerdos mucho más complejos. Por situaciones como la anterior, mucha gente se siente ajena al mundo legal, considera que es absolutamente engorroso hacerse parte, cuando evidentemente son cuestiones y asuntos que a toda persona deben importar (esto sin hablar de los elevados costos económicos que pueden ser los servicios legales)

Además, es desalentador encontrar que estas negociaciones y sus procedimientos se ejecuten de la misma forma hace décadas y que a pesar de existir posibilidades para revolucionarlas, no se empleen mecanismos alternos para mejorar su confección y desarrollo.

Un aspecto menos cosmético y que llama la atención, es que cuestiones de índole jurídica parecen importar o permear a ciertos sectores sociales y económicos (normalmente a las personas que tienen un mayor poder adquisitivo) haciendo que el derecho de acceder a la justicia o de lograr garantizar las transacciones cotidianas, sea una opción remota para personas sin suficientes ingresos, e insisto: el mundo jurídico debería importar y estar al alcance de todos.

En contraste, los avances conceptuales y tecnológicos que han empezado a surgir y a ser aplicados en distintos sectores académicos y laborales, permiten fantasear con un mundo jurídico dinámico, eficiente, económico, y al alcance de la comunidad.

Volviendo al ejemplo del préstamo, esta vez empleando recursos novedosos, podemos encontrar que los acuerdos se logran plasmar en contratos inteligentes o smart contracts (son un código escrito en lenguaje de programación en una plataforma segura -Blockchain- que lo hace inmutable, autoejecutable y automático. Los smart contracts prescinden de la intervención humana en la ejecución y su autonomía se deriva del hecho de que las redes Blockchain operan sin ninguna entidad central que las predestine o condicione) que los registros en las entidades del estado se pueden actualizar en cuestión de segundos y en la nube por medio de herramientas como el big data, que identificar a las personas no requiere desplazarse a ninguna notaría y que cualquier transacción se apoyará en un sistema colaborativo de información alimentado por los entes públicos y privados, sin detenerse, dando datos exactos y mayor credibilidad.

Lo invito a repensar su oficio en clave de innovación y colaboración, conceptos estructurales de una sociedad que camina cada vez más rápido y que no se conforma con las dudas...esto está pasando ahora, mientras se pregunta qué hacer para revolucionar su negocio: usted es bienvenido a caminar a la misma velocidad.