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viernes, 2 de octubre de 2020

Estimado colega, seguro recordará esta reflexión: ¿cuántas relaciones jurídicas forma usted desde que se levanta hasta que se acuesta? La conclusión es que el derecho está en todas partes y que estamos cobijados por él de manera permanente. Dato curioso: el diseño goza de las mismas características.

La creciente demanda de servicios especializados en el mercado, ha hecho imperativa la implementación y modificación de los bienes y servicios, los consumidores preferimos acceder a aquellos productos que satisfacen las necesidades y permiten disfrutar de más tiempo libre. Desde la perspectiva institucional, se prefieren los que mejoren el flujo de información, disminuyen costos y tiempos, evitar quejas o reprocesos y que reflejen una promesa de calidad al cliente.

De la mano de las premisas anteriores, hay una creciente necesidad de intervenir con las dinámicas de los productos, descentralizar y lograr menores costos por calidades similares o superiores a las acostumbradas. Delegar ahora significa colaborar (ejemplos claros son las maquilas de D1, el transporte por medio de Uber y el universo de servicios por Rappi).

Documentos y servicios legales confusos, tediosos de entender y costosos, hacen parte de las quejas comunes; es interesante que una profesión que está al servicio de la comunidad resulte siendo un idioma foráneo o de fácil acceso para la mayoría.

Está claro que desde el derecho, el nivel sustantivo para la concepción de artefactos legales es suficiente; sin embargo, hace falta estructura para plasmarlos y la experiencia del usuario; este momento cultural y social que vivimos implica armonizar a los actores de un proceso para que los unos apoyen a los otros y lograr balance. La exigencia del cliente está al alza y ya no basta el conocimiento superficial, sino especializado.

Como abogados, hemos notado que antes resultaba imprescindible la intervención de un abogado para tomar decisiones o para modificar un contratos y documentos; hoy los roles definidos son estáticos y sin enfoque para muchos campos; así mismo, las funciones se pueden reducir a diligenciar y tramitar ante las entidades o rellenar contratos preconcebidos.

Resignificar el papel del abogado es una tarea que se gestará desde la academia y en cada despacho que decida hacerle frente al cambio. En otras oportunidades se ha resaltado la importancia de los grupos interdisciplinarios que dan chance a la innovación para generar impacto desde diversas perspectivas. Esta columna toca el tema del diseño, sin embargo, todos son bienvenidos a colaborar.

El diseño legal es una de las diversas de metodologías para mejorar relaciones con clientes, la sociedad y la aplicación del derecho. Margaret Hagan (abogada y diseñadora) del Stanford Legal Design Lab de la Universidad de Stanford en Estados Unidos fue la primera persona que empezó a divulgar la necesidad e implementación del y formalizó el concepto entendiéndolo como una aproximación de ambos aspectos (legal y diseño) en clave de design thinking (diseño centrado en las personas) para aportarle al derecho las fortalezas del diseño.

Iniciativas gubernamentales como la Ley Antitrámites o los contratos estándar para servicios de comunicación móvil, así como algunos logros a nivel privado, están sentando los cimientos para el que será el futuro del diseño legal en Colombia. Entender la importancia de la experiencia del usuario para asumir un compromiso serio en la articulación de productos que vinculen a la totalidad de actores, corrigiendo y mejorando los aspectos que fallan, es la clave.

Con lo anterior no quiero significar que todos los abogados deben ser diseñadores o viceversa, sino que el mercado demanda la especialidad e interés, junto con la validación colectiva e institucional del diseño legal, que, no siendo un imperativo podrá resultar en innumerables ganancias para sus adeptos.