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martes, 28 de mayo de 2019

La polarización que vive nuestro país ya ha alcanzado niveles impensados a la hora de evaluar la responsabilidad civil que tenemos los colombianos en el momento de asumir con nuestro criterio, los llamados de atención oportunos a una sociedad golpeada por los egos absolutos de dos únicos actores que padecemos desde sus posturas innegociables.

Pareciera que el dolor de patria ha quedado relegado por las ideas individuales en las que los seguidores de un lado u otro, se han dedicado a premiar y justificar sin criterio cada exceso de su caudillo, mientras de forma apresurada y sin tolerancia, condenan con las vísceras cada actuación de su contradictor político.

Algunos, cansados del vergonzoso nivel de debate que se está dando desde hace algún tiempo, hemos apostado por emitir las denuncias desde la sátira, el humor, la tolerancia y una que otra alerta para intentar salir del letargo y la incertidumbre que están dejando las actuaciones de un panorama enfocado en la satisfacción de las demandas de un único actor.

Presidente, anteponiéndome al eventual ataque enfurecido de esa polarización que padecemos, quiero decirle que nunca he sido simpatizante de ideología guerrillera alguna; no comulgo, ni comulgaré con las formas e ideas de su contradictor político, el ex alcalde de Bogotá; y así como reprocho el socialismo con sus boinas y todas sus aristas, difiero y recrimino los excesos extravagantes y el rencor que emana de cada postura absolutista de los compañeros y líder de su partido político.

Seguramente usted Presidente tiene las mejores intenciones de no caer en una condenable repartición de mermelada, posiblemente piensa en un futuro memorable que marque nuestra historia, probablemente sueña con dejar un país decente para sus hijos; pero con respeto, no puede quedarse solo en eso, en buenas intenciones. Es hora de despertarse tras casi 10 meses de gobierno, en el que sus representantes se han dedicado a hacernos desear fervorosamente que se venga un reinado, un mundial o que vuelva el Papa Francisco.

Presidente, su Vice aún no lo reconoce con la autoridad que usted merece, habla del “liderazgo del Presidente Uribe”, o “los anuncios de mi Presidente Trump”; su Embajador en la OEA que antes quemaba libros por asuntos pedagógicos, hoy incendia con estigmatización la penosa migración de millones de venezolanos que huyen del troglodita dictador Maduro; su Canciller no logra disuadir las tensiones con nuestro principal socio comercial y estamos a nada de que nos descertifiquen; las cuentas oficiales del Estado se han dedicado a responder con agravios las posiciones contrarias; los periodistas están siendo nuevamente apabullados, y recientemente uno tuvo que salir del país por trinos con fotos falsas utilizadas por una copartidaria suya dedicada al alimento y la excitación polarizante de la que le hablo.

Es muy complejo lograr cumplir 100% de las promesas de campaña, es entendible. Lo preocupante es no pegarle a ninguna. Dónde quedó ese entusiasmo preelectoral en el que nos hablaba de la facilidad para el emprendimiento, la reducción de impuestos y el gasto social, el aporte indiscriminado por la sostenibilidad, la no implementación del fracking, la excelencia en el sector de la salud, la incesante lucha contra la corrupción, y el apoyo irrestricto al sector de la educación, entre muchos otros.

Presidente, no vamos bien. Hay que apaciguar esta cloaca de incertidumbre en la que estamos metidos. Nunca es tarde para despertar y arreglarlo, no para un partido político, sino para un país entero.