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lunes, 22 de febrero de 2021

Según lo reportó la BBC, en la primera llamada entre Biden y Xin Jinping, el presidente de los EEUU le puso de presente al mandatario chino su preocupación por la violación de los derechos humanos que se han perpetrado contra las uigures en Xinjiang desde el 2018 – recientemente catalogada como genocidio por Estados Unidos-, por la represión de las manifestaciones democráticas en Hong Kong y por el desconocimiento de la soberanía de Taiwan, ante lo cual Xin Jinping se limitó a responder que esos temas eran “asuntos de soberanía e integridad territorial de China.”

Aunque EEUU ha sido un vehemente contradictor de las políticas del gigante asiático, la estrategia unilateral del expresidente Trump, consistente en imponerle aranceles y sanciones, ha sido bastante criticada por ineficiente.

Aún más, se ha dicho que las posturas unilaterales de Trump llevaron más bien a que los aliados de ese país tomaran prudente distancia, lo que le dio un amplio margen a la China para continuar su senda de crecimiento económico, a costa de los países que se rigen por los principios del libre mercado, y en desmedro de las instituciones democráticas y de los derechos humanos.

Debe recordarse que China fue admitida en la OMC, con la expectativa de que ese país haría su tránsito a la economía de mercado en el plazo de 15 años consagrado en el Protocolo de Adhesión Provisional. Pero lejos de ello, China utilizó ese periodo para beneficiarse de las ventajas conferidas por el tratado y para fortalecer aún más su régimen totalitario y quebrantar los derechos humanos.

Mucho se ha escrito sobre la relación entre el comercio internacional y los derechos humanos. Se parte de que ambos son expresiones del liberalismo en respuesta al totalitarismo. Según Peixoto Batista, citando a Thomas Cottier, el comercio abierto implica beneficios en el desarrollo de los derechos políticos y civiles, toda vez que la liberalización comercial soporta tanto la estabilidad política como la democracia y, por lo tanto, los derechos humanos.

Contrario sensu, un sistema político que no respeta las reglas de una economía de mercado probablemente no respete las instituciones democráticas ni los derechos humanos más elementales.

¿Cuál es entonces la posición que debiera asumir Occidente ante esta situación? Según un artículo de The Economist, titulado Genocide aside, la tarea de la administración de Biden radica en encontrar una manera de honrar la visión de Raphael Lemkin -inventor del término genocidio- sin destruir la relación bilateral más importante del mundo. En este sentido algunas de las recomendaciones emitidas por el Informe Mundial 2021 de Human Rights Watch hacen un llamado a Biden para abandonar la política “unilateral transaccional e incoherente de Trump hacia China” y adoptar más bien un enfoque multilateral.

Desde esta perspectiva y considerando que las relaciones comerciales pueden ayudar a garantizar el respeto a los derechos humanos, se presenta la alternativa de revisar y renegociar las condiciones y el estatus de la China en el marco de la OMC y condicionarle los beneficios derivados del GATT al cumplimiento de unos compromisos mínimos.

De ahí que un enfoque multilateral sería muy útil en todos los frentes: ayudaría para sancionar en consenso las violaciones de derechos humanos y a disciplinar la omisión de China en hacer el tránsito a una economía de mercado, lo que está generando graves distorsiones en todos los países y le ha servido de ambiente propicio para la vulnerar los derechos humanos.