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lunes, 8 de febrero de 2021

Las restricciones a la exportación de vacunas anunciadas el pasado 29 de enero por Ursula Von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, acreditan que lo único contagioso de la pandemia no es el virus, sino también la histeria que ha provocado el miedo a la escasez de los productos necesarios para palear la plaga.

La medida fue informada después de que la farmacéutica AstraZeneca notificara retrasos en la entrega de las dosis contratadas por la UE, debido a que esa compañía debía priorizar el cumplimiento de compromisos previos con el Reino Unido.

Así que los estados son también proclives a lo que los psicólogos, expertos en consumo denominan, como “Fomo” o “fear of missing out”: el impulso de acaparar algo, no porque lo necesitemos realmente, sino por el temor irracional de perder la oportunidad de tenerlo.

Recordemos que al inicio de la pandemia se presentaron casos de acaparamiento de productos como papel higiénico, desinfectantes y tapabocas, entre otros.

Según el diario español El País, en ciudades como Los Ángeles, Washington y Madrid, los estantes de los supermercados y tiendas locales quedaban en horas de la mañana completamente vacíos, pues, las personas acudían desenfrenadamente a acaparar productos básicos de la canasta familiar.

El “fear of missing out” parece haber contaminado también a los gobiernos de algunos países.

Por ejemplo, la India, considerado como el principal exportador de fármacos a nivel mundial, decidió restringir la exportación de 26 ingredientes para la elaboración de medicamentos genéricos, en aras de prevenir una posible escasez de esos productos.

Según las estadísticas de Global Trade Alert (GTA), tan solo en 2020, se registraron en el mundo un total de 325 medidas, tales como, acciones arancelarias y restricciones de exportaciones que suponen una barrera al comercio internacional.

Si bien es cierto el artículo XI del GATT permite a los países adoptar restricciones a las exportaciones, cuando “se encuentren encaminadas a prevenir o remediar una escasez aguda de productos esenciales para el exportador”, también lo es, que ellas generan graves perjuicios, especialmente, a los países menos favorecidos, por cuanto su efecto inmediato se traduce en la reducción de la oferta global lo que conduce, a su vez, a que los precios se disparen.

The Economist ha señalado que el retraso de las vacunas en Europa será muy grave toda vez que retardará aún más la recuperación de la economía y que las amenazas de esas restricciones, a las empresas farmacéuticas, restringirá el acceso a las vacunas de los países menos favorecidos.

Aunque es entendible que los estados prioricen la protección de sus intereses nacionales, ellos tienen también un deber de solidaridad con las naciones menos favorecidas que supone la obligación de supeditar las restricciones a lo estrictamente necesario para satisfacer esos intereses. En este sentido, pudiera pensarse en promover un acuerdo de cooperación para fijar prioridades a nivel global y para evitar, por ejemplo, que los países adquieran más vacunas de las que realmente necesitan.

De hecho, el 1 de febrero, los directores Generales de la OMC instaron a los miembros a intensificar la cooperación con el fin de asegurar el acceso mundial a las vacunas.

No se entendería con qué autoridad los gobiernos de esos países van a pretender combatir la especulación y el acaparamiento en sus mercados nacionales, si son ellos mismos los que han incurrido a rajatabla en esas conductas. Nada mejor podrán esperar ni exigir a sus ciudadanos.