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martes, 15 de octubre de 2019

Aunque no existe una definición de República Bananera, la expresión nos trae a la mente la idea de una nación con instituciones débiles, donde reina la corrupción y escasea la justicia, y donde echan raíces elites de poder politico y económico que se dan sus mañas para prevalecer sobre el resto de la población. Se dice que el término se acuñó por primera vez en la pluma del escritor O. Henry para referirse en alguno de sus cuentos americanos a algún país tropical.

En un intento por construir el “test de la república bananera”, hago a continuación mi propuesta con los criterios que estimo más relevantes (bienvenidas las propuestas del lector):

1. Captura de los organismos de control. En este tipo de países, los partidos políticos que ponen la mayoría de los alcaldes, gobernadores y demás cargos de elección popular se las arreglan para asegurar el control de las entidades que tienen la responsabilidad de vigilar la actuación legal y transparente de dichos servidores públicos (contralorías locales, procuraduría, superintendencias, etc.). Así, supervisores y supervisados mantienen un pacto de silencio y no se pisan las mangueras.

2. La moñona de la financiación de las campañas. A diferencia de lo que ocurre en países que tienen instituciones fuertes, en donde conseguir financiación para una campaña política es de lo más complicado, en estos países Banana (a pesar de su situación de pobreza) se consiguen recursos por montones, casi siempre se sobrepasan los topes legales, y todo por una sencilla razón: financiar campañas es muy rentable, pues si se saca el ticket ganador, luego la “inversión” se recupera con creces a través de contratos millonarios.

3. La perpetuación de las élites del poder económico. En este tipo de países, los sectores estratégicos de la agricultura, la industria, la banca y el comercio están liderados por un puñado de grupos o familias con un elevado poder económico, que perpetúan su influencia a través de gremios u otras estructuras paragubernamentales diseñadas para proteger el statu quo y hacer más difícil la entrada de nuevos emprendedores.

4. Desigualdad en el acceso a servicios esenciales. En general la oferta de los servicios de salud y educación es de baja calidad y aún cuando existen algunas instituciones que ofrecen una calidad alta, existen barreras visibles e invisibles que dificultan el acceso a los núcleos de mayor calidad a aquellos que están por fuera de los cluster de poder.

5. Ineficiencia y selectividad del sistema judicial. A pesar de que en estos países puede haber el mismo número de jueces por cada 100 mil habitantes que en países con sistemas de justicia fuertes y transparentes, el servicio de justicia es muy demorado, poco predecible y con múltiples barreras de acceso, las cuales se hacen aún más severas para la población más pobre o para la población que vive en regiones apartadas. La probabilidad de un fallo justo y pronto para una persona de escasos recursos es mínima.

6. Sistema de clientela para las oportunidades laborales. La posibilidad de acceder a una vacante laboral u otra oportunidad de ascenso profesional está frecuentemente relacionada con un intrincado sistema cultural basado más en el amiguísimo y las palancas que en el mérito propio. 7. Corrupción enraizada. En estos territorios es habitual que el acceso a licencias, permisos, o contratos esté mediada por el pago de sobornos, y la impunidad en la investigación penal es alta como consecuencia de falta de una justicia eficiente. Hasta ahí mis propuestas. ¿Será que nos ganamos el campeonato?