Agregue a sus temas de interés

Agregue a sus temas de interés Cerrar

martes, 25 de abril de 2017

 Frente a Mocoa el ciudadano común no se resignó ni pensó que su papel no es importante. Por el contrario, tomó la iniciativa y se llenó de fuerza y creatividad para apoyar a aquellos que están sufriendo. Se convenció de que aportando poco o mucho, podría ayudar a construir un país mejor.

 Pero es una lástima que no sean esos mismos sentimientos y convicciones los que nos unen para pensar en el papel que tenemos en decisiones fundamentales que pueden cambiar el rumbo del país y que pueden evitar o generar otras tragedias. Debemos tomarnos con seriedad, por ejemplo, las próximas elecciones.

 Lastimosamente, el sentimiento que parece predominar en estos aspectos es uno de absoluta resignación: la mayoría de ciudadanos comunes pueden creer que su papel es irrelevante y que debemos resignarnos a votar por el “menor de los males”. Estos sentimientos de pesimismo se suman a una creencia generalizada de que los funcionarios públicos son naturalmente corruptos y que los políticos esconden solo intereses personales detrás de cada una de sus acciones.

Frente a una Colombia que se está enfrentando a una transición hacia la paz, frente a esa Colombia que todos soñamos, esta resignación es absolutamente inaceptable. E independientemente de nuestras convicciones políticas ¿Qué deberíamos buscar en nuestros candidatos? Y, más allá de los candidatos y de los políticos ¿Qué perfiles de funcionarios públicos queremos que rijan los destinos del país en los próximos años?, ¿Quiénes deberían ser nuestros funcionarios de la paz?

Frente a estas preguntas viene inevitablemente a mi mente una petición que une a muchos ciudadanos en el mundo entero. En numerosas celebraciones religiosas las congregaciones elevan una petición muy importante: que se susciten propósitos de equidad y rectitud en nuestros gobernantes ¡Qué significativo es esto! Y a muchos les sorprendería encontrar que los gobiernos han contado y cuentan con muchos funcionarios que prestan un verdadero servicio al país, a través de un trabajo genuino, marcado por la excelencia y la transparencia y ante todo, humano. 

Necesitamos más de esos funcionarios. Los funcionarios de la paz deben ser personas que tengan propósitos rectos. Funcionarios que estén convencidos de que su propósito es servir al Estado y no al revés: el Estado no debe servir a sus intereses personales. Y esto no debe guiar nuestros pensamientos, iniciativas y acciones únicamente frente al Gobierno.

Se acercan las elecciones de magistrados de la Corte Constitucional y de la Jurisdicción Especial para la Paz ¿Qué iniciativas creativas vamos a tener los ciudadanos para asegurarnos que quienes lideran nuestras altas cortes tengan propósitos justos?

Seamos el país que soñamos y la Colombia que esperamos en el futuro. Las decisiones no dependen solo de los demás. Debemos apropiarnos del país. Si algo mostró la discusión sobre participación política en La Habana es que en Colombia hay un inmenso déficit de participación ciudadana. No porque no existan los mecanismos, sino porque no hemos logrado que estos sean efectivos. ¡Seamos todos los funcionarios de la paz!