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sábado, 26 de abril de 2014

Con Cien años de Soledad, García Márquez le dio alas a América latina y convirtió la literatura en una necesidad inexorable para muchos (entre los que me incluyo). De la mano de Gabo aprendimos a valorar nuestra esencia caribe y a descubrir que Macondo está situado en cualquier pueblo, vereda, esquina, barrio o caserío de la Costa. El universo de Gabo es la esencia y el alma de Colombia. Aclaro: el espíritu de nuestro país está en la Costa; el cuerpo, en la fría Bogotá.

No nos digamos mentiras: lo que escribió García Márquez solo pudo ser concebido por un ser humano del Caribe, el altiplano es la antítesis del Realismo mágico, como lo es de la música de Vives y Shakira, las pinturas de Obregón y Grau, por solo dar unos ejemplos y no ahondar en la vieja discusión regionalista, que a esta alturas es una certeza: en el Caribe colombiano la inteligencia es peste, el cariño se reparte como agua, el carisma está en el ADN, y el talento flota en el ambiente. 

Gabo nos contó las historia que siempre escuchamos los costeños desde niños, en la casa y en la calle, en los clubes y los arrabales. La diferencia sustancial entre esos dos mundos se la dio la fuerza narrativa y descriptiva del gigante de Aracataca. Hacer parecer lo inconcebible como algo normal y constante fue y sigue siendo un verdadero acto de hechicería intelectual.

Aunque Gabo imaginó y materializó un universo maravilloso, a través de su obra irrepetible, la realidad para él y su familia fue dura y despiadada. El infierno para Gabo no operaba después de la muerte (mucho menos tratándose de un ateo),  el purgatorio fue la propia tierra que lo vio nacer. Asediado y perseguido por su forma de pensar, encontró en el asilo la ruta para desplegar sus alas y alzar vuelo hasta lo más alto del firmamento. ¡Qué paradoja!: Gabo fue perseguido por lo mismo que hoy se pretende crucificar a la representante electa María Fernanda Cabal: en una democracia no puede haber sentimientos que se prohíban expresar, ideas que se pretenda satanizar, e incluso, estupideces que se busque penalizar.

Colombia es una loba hambrienta que se come a sus propios hijos. Somos una sociedad caníbal que no admite el triunfo ajeno, que desprecia la inteligencia, la cultura y que vive de la envidia, la más baja de las pasiones, el peor de los cánceres. Entiendo a Gabo, su desarraigo sin dejar de ser colombiano nunca en su corazón; comprendo sus angustias y el desasosiego que causaban en él los señalamientos injustos de los que fue objeto en su momento. 

Gabo fue un hombre que nos trajo todas las glorias y que hizo de Colombia un referente cultural. Con todos sus defectos y virtudes, Gabriel García Márquez, es de lejos el más importante de todos los colombianos que han nacido en esta tierra del olvido.

Colombia engendra ingenio y fascinación, pero también maldad e incomprensión (solo las almas oscuras soportan esa perversión): la gente buena y noble sale volando de pronto, como un día lo hizo Remedios la Bella.

La ñapa I. Los jueces que favorecieron a Petro son la prueba indiscutible de que se hace urgente una reforma estructural a la justicia.

La ñapa II. Santos cada día se parece más a Maduro: empezó a llamar fascistas a sus opositores.

La ñapa III. A Guerra Tulena no debieron haberlo suspendido, ese individuo debe estar preso.

La ñapa IV. El premio Cervantes es un merecido reconocimiento para una escritora de los quilates de Elena Poniatowska.