Como ha sido objeto de atención e incluso de algunas columnas, en este espacio, el movimiento denominado “break up big tech” ha adquirido fuerza en la economía de los Estados Unidos, a tal punto que ha llegado a ser tema de debate de algunos candidatos presidenciales como Elizabeth Warren.
“Break up big tech” busca la fragmentación de compañías como Amazon, Google y Facebook para garantizar, según afirman sus promotores, el cumplimiento de las normas del derecho de la competencia e impedir que se utilice la información de los consumidores para lucrarse de ella. Aducen que este tipo de conductas han tenido repercusión en la pequeña empresa, en el mercado y han sofocado la innovación.
Este movimiento se ha visto como una reacción a las políticas económicas de los últimos años y a los conglomerados de compañías y plataformas como las mencionadas anteriormente y busca cuestionar y revaluar los bienes jurídicos protegidos por el derecho de la competencia, en aras de evitar la excesiva concentración económica en los sectores agrícola, financiero y el farmacéutico y luchar contra de los monopolios.
Los profesores Tim Wu, Lina Kahn y Marshall Steinbaum miembros de la conferencia “A New Future for Antitrust” redactaron la “Declaración de Utah” el 25 de octubre de 2019, donde consagraron sus principales propuestas del “Hipster Antitrust“. Su objetivo radica, como ya se ha dicho, en enfocar las principales preocupaciones del derecho de la competencia en los monopolios y la concentración económica.
Entre las propuestas de la declaración pueden mencionarse: i) proteger el bien jurídico del bienestar del consumidor mediante el Sherman Act, ii) el ámbito de aplicación del derecho de la competencia debe extenderse a otros mercados que actualmente no se estudian y iii) se le debe quitar la presunción de eficiencia a determinadas conductas.
No obstante, esta iniciativa no es pacífica y académicos como Joshua Wright y Jonathan Klick argumentan que uno de las premisas de la propuesta como es la de que todas las agrupaciones empresariales, sin importar su tamaño, tienen un efecto negativo en la economía y por consiguiente tienen que ser objeto de una regulación más fuerte, implica una concepción errónea de esas agrupaciones, por cuanto no se tienen en cuenta los efectos causados por ellas en el mercado y en el bienestar de los consumidores.
Así mismo, critican que el “Hipster Antitrust” yerra en proponer una política pública seria que pueda generar un cambio drástico en la regulación del derecho de la competencia en los Estados Unidos, porque no tiene fundamentos que acrediten la existencia de un daño anticompetitivo en el mercado causado por las Big Tech y sólo se les sancionaría por el simple hecho de ser Big Tech.
La principal controversia en torno de este movimiento gravita en el hecho de que no es posible determinar si en el marco de las conductas anticompetitivas, se ha realizado una ponderación adecuada entre factores como el desempleo, la desigualdad salarial y social, los perjuicios a las pequeñas empresas, por un lado, y el beneficio del consumidor, por el otro.
Al no existir una apropiada ponderación de factores en este marco, se suscitan movimientos como el “Hipster Antitrust” que buscan acudir a la regulación para realizar un cambio abrupto a un ordenamiento que lleva vigente más de 129 años.
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