El consumo individualmente conectado: La aparición del internet permitió el acceso a la información fácil, rápido y gratis, globalizó los fenómenos locales y conectó a las personas, posiblemente dejando atrás a la familia como eje principal de las relaciones. Hoy todo puede pasar por una red social. Cada vez es más fácil contactarse por una imagen que por una conversación personal. Las imágenes “espontáneas” o lo visual adquieren gran relevancia a la hora del consumo. Y las opiniones pueden ser potentes independientemente de donde vengan. Hoy el teléfono móvil es una fuente de entrenamiento inmensa y gratuita, en muchos casos.
La riqueza está dentro de las personas: se replantearon las fuentes de riqueza y bien común, que estaban fundamentadas en tres ejes, la tierra o propiedad, el dinero y el conocimiento. Para unos nuevos consumidores estos ya no es perdurable y para otros se volvió inalcanzable.
En esta medida el individuo en sí mismo y su bienestar, cualquiera que sea, se vuelve el eje del consumo. Hoy en día aparecen nuevas fuentes de riqueza como la capacidad de atreverse, de relacionarse y de imaginar. Todas y cada una ellas están asociadas a las personas y no a las instituciones.
Lo quiero, lo puedo tener: el esfuerzo para acceder a los bienes y servicios ha disminuido sustancialmente, hoy es más común la expresión “lo quiero y lo tengo”. En esta medida, el concepto de bienestar no se ve representado en el bien común sino en el individual.
No creo lo que me dicen las marcas/ compañías: las nuevas generaciones no creen en primera instancia lo que las empresas comunican. Los líderes de opinión “populares” tienen cada menos aceptación, les dan más valor a sus pares “cercanos y expertos”. Las marcas se construyen cada vez con hechos respaldados con historias e imágenes, y menos con palabras.
La ficción realista: el consumidor ya es consciente que lo inverosímil está en el día a día. La realidad es la nueva ficción. El acceso a la información y las crisis de las instituciones derrumban constantemente los supuestos.
Lo anterior ha llevado a tener un consumidor más individual, pero más humano, que a través de la conexión con otros se conoce a sí mismo. Aunque pensemos que somos únicos, tenemos muchas cosas en común, una de ellas: estamos en búsqueda de marcas y empresas más humanas, que sigan entregando propuestas de valor.
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