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Actualidad

Colombia innovadora, ¿en qué vamos?

04 de enero de 2017

Juan Pablo Herrera Saavedra


Cortesía
Canal de noticias de Asuntos Legales

Esta reflexión, que cae como anillo al dedo en estos días en que damos inicio al 2017, lleva a preguntarse cómo se encuentra Colombia en materia de innovación y desarrollo. La respuesta, aunque no satisfactoria aún en términos de lo que otros países avanzan en la materia, sugiere interesantes resultados y un camino de retos que deben ser superados con apremio.

De acuerdo a la última publicación del Índice Global de Innovación, esfuerzo de trabajo conjunto de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual - OMPI - el INSEAD y la Universidad de Cornell, Colombia se ubica en la posición 63 de 128 economías del mundo en la materia, en contraste con la posición 67 de 141 economías obtenido en el año 2015 y de la posición 68 de 143 países en el año 2014.

Pero más allá de evaluar la posición en el ranking global sugerido, conviene entrar a detallar algunos de los puntos álgidos detrás de cada una de las dimensiones que captura el índice. Un aspecto que seguramente resultará fundamental, si de lo que se trata es estimular las ideas innovadoras materializables en proyectos que den espacios a nuevas empresas, es la facilidad de hacer negocios.

En ese sentido, Colombia se ubica en la posición 65, justamente en el percentil 50 de la distribución de las 128 economías analizadas, alcanzando la posición 6 a nivel de los países de Latinoamérica y el Caribe, después de Jamaica, Panamá, Uruguay, Chile y México. Este resultado consolaría a muchos pero definitivamente muestra que si de lo que se trata es profundizar el desarrollo empresarial en Colombia para estimular la innovación y el desarrollo productivo, aún queda un espacio importante para avanzar.

En contraste a este resultado, la facilidad de pagar impuestos en Colombia muestra una realidad algo menos optimista. En términos relativos, para el año 2016 con cifras a 2015, Colombia ocupa la posición 94 de las 128 economías evaluadas, queriendo con esto decir que solamente al 27% de las economías podría estar en una situación peor que nuestro país, obteniendo posición 8 de las economías de América Latina y el Caribe de la muestra. Sobra decir que en la medida en que sea cada vez más complejo cumplir con obligaciones tributarias en un país, más difícil será lograr una economía formalizada que pueda acceder a recursos que fomenten la innovación y el desarrollo.

En materia de gasto en educación, aspecto clave (necesario más no suficiente) para apostarle a la generación de mentes más creativas y capacidad de avanzar en la economía del conocimiento, el informe muestra que para el año 2014, el 4,67% del PIB en Colombia se dedicó a educación, cifra que le otorga el puesto 61 al país, lejos de niveles observados en las economías de Lituania, Botswana, Dinamarca, Namibia y Suecia, donde la inversión en educación no es inferior a 7.5% del PIB y frente a las cuales el mundo entero estará expectante de ver resultados, especialmente en las economías mencionadas que se encuentran en desarrollo.

Frente a los esfuerzos en estimular estudios de ciencia e ingeniería a nivel universitario, en donde estaría la gran apuesta para aportar importantes contribuciones a la humanidad en materia de creación patentable, el 27% del total de graduados en el año 2014 en Colombia correspondió precisamente a profesionales en estas áreas del conocimiento, ubicando a Colombia por encima del 64% de los países de la muestra. Llama la atención que a nivel universitario estemos alineados en la dirección correcta para fomentar la innovación, no obstante no estemos logrando objetivos esperados, al menos desde la medición del indicador. ¿Podrá ser esta una evidencia de la necesidad de revisar contenidos curriculares y ver los estímulos existentes para investigar en Colombia?
Por otra parte, bien interesante resulta observar que una de las dimensiones que considera el índice como determinante de la innovación de un país es la intensidad de la competencia. Esta dimensión es un elemento auspiciador de la innovación bajo la premisa según la cual entre más intensa sea la competencia en un país, mejores calidades de los productos, menores precios y mayor incentivo a diferenciarse del competidor dinamizan la innovación. En ese sentido, Colombia obtuvo una calificación media de 5.44 en la muestra de encuestados, siendo 1 la calificación atribuida a la ausencia de competencia y 7 al nivel más alto percibido en la materia. De esta forma, Colombia se ubicó por encima del 73% de los 128 países de la muestra en materia de la intensidad la competencia percibida y la economía número 3 en América Latina y el Caribe luego de Chile y curiosamente Guatemala, quien se encuentra en el proceso de implementación de su ley de competencia.

Este resultado seguramente es producto de una estrategia exitosa que en los últimos años ha adoptado la Superintendencia de Industria y Comercio, autoridad nacional de la competencia en Colombia, en su lucha contra la cartelización y en general contra la violación de la libre competencia. Hoy, más que nunca antes en el país, los ciudadanos conocen las consecuencias de las conductas anticompetitivas, y con la detección y sanción de carteles en productos de consumo masivo y su respectiva socialización, el país está reconociendo que uno de los flagelos que impide la innovación en el país es sin duda alguna las restricciones a la libre competencia.

Finalmente, y no por ello menos importante, está la actividad de patentamiento observada en las diferentes economías. Muy bien lo señalan varios académicos expertos en la materia al referirse a esta variable: el número de solicitudes de patentes de nacionales presentadas ante cada una de las oficinas responsables del registro de este instrumento de propiedad industrial apenas representa una proxy imperfecta de la actividad de innovación de un país, pero al final de cuentas logra capturar parte del esfuerzo de innovación que se realiza en la economía. De acuerdo con los datos del Índice Global de Innovación, que compila estadísticas de la Oficina Mundial de Propiedad Intelectual, Colombia se ubica en la posición 81, por encima en materia de patentamiento apenas del 32% de las 128 economías.

Si bien la dinámica de las solicitudes de patentes presentadas por nacionales viene en un importante ascenso fruto de las estrategias de la Superintendencia de Industria y Comercio por dar a conocer su función registral en aspectos de propiedad industrial y de estimular y acompañar al inventor en su proceso de solicitud de patentamiento, a través de los Centros de Apoyo a la Tecnología y la Innovación, sumado al Programa de Asistencia a Inventores, iniciativa única en el mundo diseñada por la OMPI pero por primera vez implementada en el país y a la iniciativa de Innpulsa, Colciencias y la SIC para estimular técnica y financieramente el alistamiento de patentes, existe aún un espacio importante para seguir trabajando en el conocimiento y los beneficios atribuidos a la propiedad industrial en el país.

El 2016 fue un año muy importante en materia de solicitudes de patentes de invención de nacionales, si se tiene en cuenta que en Colombia fueron presentadas 735 solicitudes para revisión de la Superintendencia de Industria y Comercio, si se consideran de manera conjunta tanto a patentes de invención, como a modelos de utilidad. Sin duda alguna, un dato muy importante, por ser el año de más actividad de solicitudes de nacionales en esta materia en toda la historia del sistema de propiedad industrial colombiano.

Así pues, la agenda del 2017 y años sucesivos representa un listado de temas pendientes no menor para Colombia, como se derivaría de una revisión de tan solo algunas de las dimensiones referidas a los determinantes de la innovación. Más allá de reconocer los importantes avances del país observados en los años recientes en algunos frentes, es innegable reconocer una serie de retos en materia de política pública.

Debemos apostarle a herramientas más eficientes que faciliten cada vez más la realización de empresas innovadoras en el país. Hay una deuda enorme en materia de la simplificación del sistema tributario en cuanto a su recaudo; es necesario revisar si los incentivos a la investigación en las universidades son hoy los más adecuados, hay que perseverar en la profundización de la cultura de la libre competencia en los mercados, que promueva mejores productos a menores precios, y por supuesto, no hay que desfallecer en el esfuerzo de hacer de Colombia un país que conozca cada vez más los derechos de propiedad industrial y que ellos constituyan nodos de información para la generación de más conocimiento.

Si el país pretende edificar y fortalecer las bases para un crecimiento de largo plazo estable y duradero, para ser más prósperos y menos desiguales, recogiendo las ideas de Oppenheimer, es necesario seguir trabajando por entornos que favorezcan la innovación y prioricen a la educación en ciencia y tecnología. No sorprende que en el diseño del Estado colombiano sea la Superintendencia de Industria y Comercio una de las entidades que juegue y jugará un papel protagónico en proteger pilares importantes para lograr este objetivo: la protección de la libre competencia y el respeto por el sistema de la propiedad industrial, razón adicional para apostarle a que esta entidad del Estado mantenga su rumbo y siga siendo una entidad seria, técnica y con el reconocimiento y aceptación de su gestión que hoy tiene frente a los colombianos.

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