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  • Expansión - Madrid

viernes, 14 de junio de 2019

Se auguran modelos de actividad nunca vistos para los abogados, y la llegada de perfiles y oportunidades laborales que aparecerán y desaparecerán

Quizá nombres extraños como Vgo, Beam o Watson no le digan gran cosa. Y probablemente no creerá que guarden relación alguna con la abogacía de los negocios, las grandes firmas legales o las nuevas profesiones que ya apuntan en el sector jurídico y que enriquecen las posibilidades de carrera de los abogados de la próxima década. No es un futuro de ciencia ficción, sino de cambios sociales y laborales muy reales, ya presentes.

Y sin embargo Vgo, Beam y Watson forman parte de la historia pionera de la inteligencia social, esa convivencia laboral entre humanos y máquinas que llega con la robótica, el machine learning o la inteligencia artificial, que impacta en el negocio del sector legal, en sus procesos, competitividad, nuevas formas de trabajo y de relación con los clientes.

Esto augura modelos de actividad nunca vistos para los abogados, y la llegada de perfiles y oportunidades laborales que, como el resto de nuevas profesiones en todos los sectores, aparecerán y desaparecerán, tendrán éxito y quedarán obsoletas.

Se puede hablar ya de informáticos forenses, de especialistas en búsqueda electrónica, de expertos en soporte a la litigación o en edición de documentos legales, o de formadores de escuelas paralegales, de nuevos reclutadores de talento legal, de una nueva clase de mediadores y expertos en resolución de conflictos, en smart contracts, big data o ciberseguridad, de profesionales jurídicos inéditos relacionados con el sector financiero -particularmente aquellos con experiencia en banca, valores e impuestos, especialistas en cumplimiento, administradores de sucesiones bancarias, administradores de fondos, administradores de riesgos-, y hasta de nuevos roles asociados a una función legal diferente, como directores financieros de despachos, administradores de firmas legales, asistentes o secretarios legales.

Es posible hacer listas extensas de nuevos perfiles porque, como asegura Alejandro Touriño, socio director de Ecija, "todos los sectores cambian, y los abogados tendrán que adaptarse a un nuevo entorno, por lo que se necesitarán profesionales del sector jurídico expertos para responder a las nuevas necesidades".

Raúl Rubio, socio responsable de tecnologías de la información y comunicación, e Ignacio Vela, director de equipo del área de tecnologías de la información y comunicación en Baker McKenzie, coinciden en que, en cada sector o área, la intervención del abogado será diferente. Ambos subrayan la importancia que tiene la llegada de las tecnologías digitales y de nuevos fenómenos como la inteligencia artificial, con el uso de software y algoritmos que influyen en la toma de decisiones. Rubio y Vela advierten sobre las nuevas tendencias que cambian la función legal, "que deja de ser un soporte y está cada vez más próxima al negocio, convirtiéndose en un área estratégica en las organizaciones".

Eugenia Navarro, profesora de estrategia y márketing jurídico de Esade, argumenta que "la tecnología y los avances en inteligencia artificial o blockchain harán necesarias regulaciones específicas para una realidad que va por delante". Eso se traduce en nuevos perfiles profesionales, pero también en equipos mixtos de abogados y tecnólogos. Navarro se plantea la duda de si para todo esto habrá también una formación mixta, pero se muestra convencida de que "la regulación va por detrás de la tecnología que genera los nuevos perfiles".

Los expertos de Baker McKenzie añaden que "con la robótica o el big data, los reguladores actúan con miedo frente a la innovación y respecto a dónde nos llevarán los cambios tecnológicos. Esto genera un marco regulatorio cada vez más complejo, que hace que el abogado sea cada vez más protagonista. Asume decisiones de riesgo y está pegado al negocio. Tomar decisiones y cumplir con la ley no es suficiente. No hay un marco jurídico ni soluciones válidas desde el punto legal, y todo eso se ha de completar con soluciones éticas. El papel del abogado se vuelve más complejo y necesario".

Miguel Ángel Pérez de la Manga, socio fundador de Pérez+Partners, recuerda que, "en el pasado, las firmas de abogados comenzaron creando posiciones dentro de los despachos para todas aquellas tareas que no eran jurídicas. Se generaron los puestos que conocemos hoy, como responsables de comunicación, márketing, desarrollo de negocio, recursos humanos, tecnología y sistemas de información, y dirección financiera. Las responsabilidades de gestión siempre se las han reservado los socios".

Pérez de la Manga cree que "una vez externalizado todo aquello que no es jurídico, la idea de los nuevos perfiles profesionales gira en torno a un concepto: la eficiencia. Esto permite responder mejor a todas las presiones de mercado que tienen las firmas: presión por precios, mayor competencia y sofisticación de los clientes".

Herramienta predictiva

Eugenia Navarro pone como ejemplo el machine learning, que puede ser predictivo, para referirse a ciertas tendencias que impactarán en el negocio del sector legal, y que serán herramientas de productividad que influirán en la efectividad de los procesos. La experta asegura además que "la comunicación con los clientes va a cambiar, y también la gestión de los despachos, donde encontraremos nuevas maneras de hacer, procesos automatizados, gestión del conocimiento y herramientas de predicción".

Para Eugenia Navarro, "habrá un tipo de abogacía que irá hacia la estandarización y la industrialización del sector, y otro tipo referido a cuestiones singulares y específicas que invertirá en talento con una rentabilidad muy alta". Además, en todos estos cambios que afectan a la manera de trabajar de los despachos y de los abogados, Navarro se refiere a la aparición de lo que se conoce como alternative business structures, "que abandonan el modelo piramidal y se organizan como una empresa (firmas como Axiom son un ejemplo de esto). Se generan nuevos modelos y estructuras para prestar servicios jurídicos que tienen que ver con la flexibilidad de la fuerza de trabajo; con el hecho de poder prestar a un abogado para necesidades específicas; o con profesionales cada vez más orientados al diagnóstico legal, enfocados a proyectos o que ni siquiera trabajan en una oficina. Todos esos modelos que se generan están segmentados por la tipología de los trabajos".

Por su parte, Miguel Ángel Pérez de la Manga añade que "el derecho no es una ciencia exacta (la tecnología no es suficiente)" y asegura que para aumentar la eficiencia de los abogados surgen ciertas figuras de profesionales que ofrecen buenos resultados: "La más destacable es la de los professional support lawyers (PSL), abogados con más de cinco años de experiencia que se encargan de estructurar la información que necesitan los abogados y socios de la firma que están pegados al cliente. Crean precedentes y modelos para las operaciones que están permanentemente actualizados".

También tienen un papel muy importante en el desarrollo de negocio y en la transmisión del conocimiento (formación al resto de abogados en materias muy específicas), detectando las necesidades de los clientes que pueden surgir por modificaciones normativas. Se trata de un soporte técnico-jurídico interno de primer nivel que permite prestar servicios muy complejos de forma más eficiente, fomenta las colaboraciones interdisciplinarias y unifica criterios.

Esta posición de PSL permite prestar el servicio legal de una forma innovadora. Pérez de la Manga explica que el abogado queda liberado de parte de las tareas jurídicas que son comunes a todos los profesionales del área y se concentra sólo en las tareas de mayor complejidad, especializándose muy por encima de la media: "La eficiencia aumenta de forma considerable. A mayor complejidad de la materia, mayor beneficio en eficiencia".

El experto sostiene que otras posiciones, como la de gestor de proyectos, "no han sido tan exitosas porque se han transformado en una habilidad del abogado, sin que sea necesaria una figura específica, aunque en firmas con proyectos que impliquen a muchos profesionales y un volumen alto de horas puede resultar también interesante para mejorar la eficiencia".

El futuro de las ocupaciones y sus conflictos

El empoderamiento del cliente y la automatización de los contratos ofrecen nuevas oportunidades en el diseño legal, una actividad que viene generada por la necesidad de un diseño que haga masticables los documentos para cualquier usuario. Alejandro Touriño, socio director de Ecija, cree que "habrá abogados dentro de 15 ó 20 años, pero las habilidades requeridas y el trabajo que tendrán que desarrollar serán muy diferentes". Advierte de cambios en la resolución de conflictos, y asegura que "en vez de procedimientos judiciales y arbitrajes se pondrá de moda la resolución online". Cita el legaltech, el blockchain, y el impacto que tendrán en la industria jurídica... Y añade que en los servicios jurídicos muchos no serán abogados, y llegarán nuevos agentes. Los abogados deberán adecuar sus perfiles a nuevas realidades, y Touriño avanza que "no es cuestión de que las máquinas sustituyan a los profesionales. Aumentará la informatización por culpa de la ciberseguridad, los smart contracts, el big data o la inteligencia artificial, y los abogados tendrán que saber programar.

Raúl Rubio e Ignacio Vela, socio y director de equipo en Baker McKenzie, señalan también grandes cambios que influirán en la actividad futura de los abogados: "Llegan modelos de economía colaborativa, y del empleado-empleador se pasa a una fuerza líquida de trabajo". Rubio y Vela se refieren asimismo al internet de las cosas y su relación con nuevos negocios como el del coche autónomo, que requerirá especialistas en responsabilidad y seguros; creación de nuevos materiales; infraestructuras y cómo se soporta la nueva movilidad; ciberseguridad o regulación de las telecomunicaciones. Sin olvidar a los expertos en user experience y en herramientas de visualización de datos que ayudan a los clientes a tomar decisiones. O los gemelos digitales, que tienen que ver con la simulación y análisis de procesos industriales. Lo más sorprendente se refiere a la posibilidad de replicar órganos de personas para saber cómo se comportan. La medicina a la carta plantea retos éticos y legales nunca vistos, como la posibilidad de crear ciudadanos de primera y segunda en función de la capacidad de gasto en cuestiones de salud por el acceso a estos repuestos.

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