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OPINIÓN

Ni con el pétalo de una rosa

21 de noviembre de 2013

Abelardo De La Espriella

Abogado, empresario y escritor

Canal de noticias de Asuntos Legales

A las mujeres hay que quererlas, respetarlas, amarlas sin medida y sin distancia. Las mujeres vinieron a este mundo cruel y despiadado para hacerlo llevadero y soportable; sin ellas todo sería oscuro, triste y carente de gracia.

El hombre sin la mujer es un “zombi” que no tiene alma y que deambula perdido en la inmensidad de desaciertos interminables y dudas sin respuesta. Con ellas, los problemas se vuelven soluciones; la incomprensión se entiende de repente; el frío es calor entre sus brazos, la nostalgia se disipa con un beso de sus labios, y el amor se vuelve el dios de los ateos. ¿Qué sería de la vida sin ustedes, mujeres queridas? Nada tendría sentido, no habría niños que quisieran a sus padres, y ese sentimiento tan grande y especial que es el amor por los hijos tampoco campearía sobre la faz de la tierra. No hay nada más impresionante que la capacidad que tienen las mujeres para entender las estupideces de los hombres y para ver en nosotros lo que ni nosotros mismos alcanzamos a dimensionar.

Mención aparte merece la increíble proeza de moldear una vida y llevar en sus entrañas por nueve meses el fruto del amor y la pasión. Desde el principio de los tiempos, la guerra ha sido patrocinada por la vanidad y las ansias de poder de los hombres. Las mujeres siempre han sido el polo a tierra, la parte pensante y equilibrada. Este mundo sería totalmente diferente si hubiese más mujeres dirigiendo los destinos de la humanidad. Las mujeres son, sin lugar a dudas, una maravilla de la naturaleza.
Resulta inaceptable, en consecuencia, cualquier tipo de agresión, maltrato físico o moral contra las mujeres, sobre todo si provienen de personas que, por su representatividad o relevancia social, están llamadas a dar el ejemplo.

Muy mal ha quedado ante la opinión publica Andrés Jaramillo, fundador y socio del famoso (que no bueno) restaurante “Andrés Carne de Res”. Es absurdo y estúpido afirmar que un presunto acceso carnal a una de sus comensales de apenas 19 años pudo haber sido determinado porque la bella jovencita asistió al lugar ligera de ropa y luciendo una sensual minifalda. Nada, absolutamente nada justifica que un hombre ultraje a una mujer. Desde la lógica del arrogante “restaurantero”, una prostituta que ofrece sexo en la calle puede ser asesinada, incluso si su contratante a bien lo tiene. Lo de la supuesta violación tendrá que definirlo la justicia; pero lo cierto es que este episodio ha dado pie para descubrir la visión machista y retardataria que esconde el inconsciente colectivo de un país que se resiste a darle a las mujeres el lugar que les corresponde.

La tenía clara el general Douglas MacArthur: “el verdadero general es la mujer del general”. También Napoleón Bonaparte: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”. Venimos de una mujer, y solo podremos trascender como especie y sociedad, si nos aferramos a su amor y a la visión que de la vida y el mundo ellas tienen. La ñapa I. Me declaro, desde hoy, defensor de oficio del uso indiscriminado de la minifalda. ¿Acaso hay algo más hermoso que un buen par de piernas al aire?
La ñapa II. Solidaridad irrestricta con el senador Robledo ante los infames ataques del Ministro de Agricultura, sobre quien pesan más dudas que certezas.

La ñapa III. 
Los negociadores de las Farc están en la obligación de explicar si ordenaron atentar contra el expresidente Uribe y el fiscal Montealegre. De no ser así, tendrán que aceptar que ya no tienen mando sobre sus tropas. La ñapa IV. Parte del mérito de la elección de la preciosa barranquillera Paulina Vega, como Señorita Colombia, lo tiene el Comité de Belleza del Atlántico, encabezado por Ramón Jesurum.

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