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miércoles, 22 de marzo de 2017

Se dijo en dicha ley, que ese fondo tendría como objeto incrementar la capacidad científica, tecnológica, de innovación y de competitividad de las regiones, mediante proyectos “que contribuyan a la producción, uso, integración y apropiación del conocimiento en el aparato productivo y en la sociedad en general, incluidos proyectos relacionados con biotecnología y tecnologías de la información y las comunicaciones, contribuyendo al progreso social, al dinamismo económico, al crecimiento sostenible y una mayor prosperidad para toda la población”.

Ahora lo que se pretende es reducir los montos de ahorro en el fondo, alegando que ha sido poca la ejecución y que se está requiriendo caja para otras cosas, entre ellas, los temas de la paz. Aún cuando es evidente que muchas personas piensan que la paz y lo prometido en los diálogos de La Habana lo justifican, la reducción de este fondo y de esas inversiones no debería ocurrir. Máxime hoy cuando el monto de esos dineros apenas llega al 0,3% del PIB, y en otros países se destina casi el 5% en innovación.

Como decía el rector de la Universidad Nacional este fin de semana “el cambio de destinación de $1,5 billones de regalías constituye un daño enorme para el apoyo de la ciencia y la investigación en el país y representa una visión atrasada y pobre en la consolidación del desarrollo de nuestra Nación”. Un país que no invierte en innovación es un país que atenta contra la educación de su población y contra la generación de empleo.

El economista Edmund Phelps explica que un país debe poder imaginar, explorar, experimentar y crear para ver más y mejores empleos y, en su opinión, eso es lo que falta hoy, aún en los EE.UU, para mejorar la condición de vida de las personas. Los países conocidos como los “tigres del Asia” nos enseñaron hace 30 años, que de la mano de la educación viene el desarrollo y el empleo, dado que con innovación y tecnología se crean nuevas industrias. 

Es por ello que pienso que el sector minero-energético debería sumarse al disenso, y solidarizarse con el sector educativo, ya que es quien genera la renta minera y petrolera de la cual hacen parte las regalías. La verdad es que aun cuando el nuevo Sistema General de Regalías desde el punto de vista académico es impecable, le ha costado la llamada “licencia social” a la industria, y los mayores problemas de relacionamiento con las regiones. Ante la pérdida de las regalías como forma de compensar a las zonas donde se llevan a cabo las industrias extractivas, el descontento con la presencia de la industria extractiva hoy es grande. La población no percibe los beneficios de esta industria y sus enemigos se encargan de sobredimensionar sus impactos y crear dilemas sin solución: agua o minería, agricultura o petróleo. Es por todo esto que la nueva tendencia regulatoria del Estado es hacia incrementar el número de Planes de Gestión Social derivados de las autorizaciones administrativas e incrementar el monto de las Compensaciones Ambientales, además de regular la forma y alcance de los Planes de Responsabilidad Social Empresarial, para que por esta vía se perciba algo positivo que venga de este sector. Entonces, el propósito de las rentas cuyo destino principal eran las regiones,

poco a poco pierde ese foco, con grave perjuicio para la educación, la innovación y la industria minero-energética, pues sin regalías y en tiempos en los cuales los precios no colaboran para hacer más por las comunidades, la gente experimenta las carencias con mayor rigor.