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lunes, 25 de febrero de 2019

No vi la jugada pero he leído varios comentarios y noticias sobre una tarjeta amarilla que el central del Real Madrid se hizo sacar en un partido contra un rival menor, el Ajax, para poder jugar con tranquilidad los cuartos de final de la Champions League, pues el partido de vuelta en Madrid, salvo una sorpresa que puede ocurrir, será relativamente sencillo aún sin contar con este experimentado jugador.

La historia de Sergio Ramos permite asumir que la tarjeta amarilla de la que hablamos es una más de su carrera, se trata de un jugador que de manera constante es amonestado, por su forma de juego y su posición en la cancha; lo que está escandalizando a algunos puristas es la declaración del jugador sobre su intención de ser amonestado y por lo tanto asegurar la sanción. Se habla de una sanción mayor pues atenta contra el juego limpio.

El tema del juego limpio en el fútbol da para otra u otras columnas, lo que me parece absurdo es pretender aumentar la sanción inicial (un partido sin jugar por acumulación de tarjetas) por las declaraciones sobre la intencionalidad. El reglamento está para ser utilizado, el conocimiento del mismo le permite a los jugadores tener una visión más completa del juego y obtener algunos beneficios sobre otros jugadores desconocedores de las reglas. Sin ir más lejos un tiro libre indirecto que se convirtió en gol por la mala interpretación del arquero colombiano en las pasadas eliminatorias nos hizo entender que el reglamento de fútbol debe ser perfectamente conocido por los jugadores.

Dentro del deporte existen jugadas en contra del reglamento, con sanciones perfectamente establecidas que no se aumentan por el mero hecho de cometer la infracción de manera intencional, se me viene a la cabeza la base por bola intencional en el béisbol que se utiliza de manera regular, o en el básquet las faltas intencionales que se comenten permanentemente para detener el reloj y planear jugadas sobre todo al final de partidos disputados. En ambos casos se comete de manera voluntaria una infracción o al menos una jugada con consecuencias negativas para quien la efectúa y no pasa nada diferente a la sanción. En el caso del béisbol el bateador pasa a primera y en el básquet se cobra un tiro libre y el infractor acumula una falta más.

El problema en esta nueva novela con Sergio Ramos no fue la tarjeta amarilla sino sus declaraciones posteriores; nada hubiera pasado si este central se hubiera quedado callado, actividad que parece no estar en su diccionario. No entendería por que se le sanciona de manera adicional simplemente por indicar que buscó la tarjeta, no es el primero que lo hace ni será el último, hay tarjetas amarillas en las que se tiene perfecto conocimiento de la intencionalidad por parte del infractor, el arquero que de manera deliberada quema tiempo será amonestado y no necesitamos declaraciones para saber que precisamente o que quería el jugador era esa sanción. ¿Qué diferencia hay en el caso de Ramos?

Los reglamentos se escriben para ser conocidos y cumplidos por jugadores, árbitros y demás participantes del juego; si existen situaciones en las que se puede sacar algún provecho no veo por qué se van a castigar. A modo de ejemplo, si un jugador pide de manera insistente la revisión de una jugada será amonestado, ¿qué diferencia hay con la de Ramos? Salvo el conocimiento de la norma ninguna. Como conclusión a este tema los jugadores deberían aprender a manejar los medios de comunicación, pero ese es tema para otra columna.