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lunes, 21 de febrero de 2022

No he tenido tiempo, por horarios, de ver los juegos olímpicos de invierno de Pekín. Me parecen fantásticos y los miro desde el total desconocimiento de prácticamente todas las disciplinas; sin embargo, no ha pasado desapercibida la noticia de la patinadora rusa, la niña Kamila Valieva, que hizo un salto cuádruple prácticamente imposible, ganó medalla de oro en patinaje artístico y, luego, desencadenó toda clase de comentarios pues en una toma de muestra fuera de competencia recogida el día de navidad, la deportista dio positivo por trimetazidina, una sustancia prohibida por la agencia mundial antidopaje.

Es importante aclarar que, dentro del procedimiento de Wada, en temas de dopaje los deportistas tienen derecho a solicitar apertura de la muestra B, apertura que en el caso de Valieva no se ha realizado y, por lo tanto, hasta el momento no se ha configurado una infracción al dopaje. Generalmente, ante un resultado analítico adverso luego de abrir muestra “A” se suspende provisionalmente al deportista, por pura sospecha. En dopaje quien es sospechoso, prácticamente es condenado.

Como en muchos procesos de dopaje, la opinión pública, la prensa y la mayoría de las organizaciones deportivas consideran que la única posibilidad que tiene el deportista es ser sancionado; llama la atención la medida del Comité Olímpico Internacional que no realizó las ceremonias de premiación condenando de antemano a la deportista.

El Tribunal Arbitral del Deporte luego de una larga sesión dejó competir a la deportista en otra prueba pues “impedir a la deportista participar en los Juegos le causaría un prejuicio irreparable”. Desafortunada y lógicamente, la deportista (de solo 16 años) no soportó la presión y tuvo una mala participación. Las quejas de las organizaciones por esta decisión son múltiples y como siempre indican que el “deporte limpio” peligra.

Antes que nada es bueno indicar que se trata de una menor de edad que no puede ser tratada de la misma manera que un atleta de más edad; además estos deportistas difícilmente toman decisiones respecto a medicamentos o suplementos; el médico, la federación o incluso el comité olímpico del país en cuestión tienen control total sobre la deportista. Desafortunadamente, dice Wada, el deportista es el único responsable por la presencia de una sustancia prohibida en su organismo aún si fue recetada por el médico del equipo.

Por otra parte, el proceso ni siquiera ha iniciado, apenas, como ya indiqué, se abrió muestra “A”, falta abrir muestra “B” y llevar a cabo el proceso en el que la deportista puede defenderse y lograr probar su inocencia. Es realmente difícil pero a veces se logra. Todo esto es insignificante para la mayoría de involucrados en temas de dopaje, para ellos un positivo en muestra “A” y la sanción mínima de cuatro años debe ser automática.

Este caso me recuerda el de la gimnasta rumana Andrea Raducan que en una situación similar, por un antigripal recetado por el médico, dio positivo en los juegos olímpicos de Sidney y perdió la medalla de oro que había ganado. Esta deportista lleva luchando mucho tiempo por recuperar su medalla que, de manera absurda e injusta, le fue retirada.

La lucha por un deporte limpio es hipócrita, no hay nada menos transparente que las organizaciones deportivas que eligen y destierran a dedo deportistas, organizaciones y aún países. También atenta de manera grave contra los derechos de los deportistas que aún antes de iniciar un proceso largo y costoso saben que difícilmente lograrán un resultado diferente a una larga sanción.