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lunes, 26 de octubre de 2020

Antes de su implementación, todos pedíamos a gritos ayudas tecnológicas para evitar errores groseros que día a día en cualquier partido ocurrían. Partidos trascendentales como una clasificación al mundial de Sudáfrica donde Francia logró el cupo gracias a un gol con la mano de Thierry Henry en la prórroga, o por qué no, el gol con la mano de Maradona que los argentinos continúan indicando que es parte del fútbol. Faltas evidentes que el único que no lograba ver era el árbitro central, por cualquier razón, mala ubicación, mala interpretación o rapidez de los jugadores.

Apareció entonces el VAR (Video Assistant Referee) como una herramienta tecnológica que intentaría evitar esos errores. Desde el 2018 se ha venido utilizando con más pena que gloria. Son varios los problemas que desde antes de iniciar su implementación se indicaron.

El más evidente es la pérdida de ritmo y de tiempo, personalmente no entiendo como cualquier televidente con un aparato más o menos normal, con una o dos tomas logra ver faltas que para un árbitro con muchas más cámaras y ayudas no logra descubrir o tarda casi diez minutos para hacerlo, enfriando por completo el juego y haciendo el proceso francamente desesperante. Los deportes gringos, con tiempo efectivo de juego no tienen problema, en nuestro fútbol los cinco minutos se convierten en dos o menos pues acá sin tecnología un ser humano calcula cuanto tiempo se utilizó en tan dispendiosa labor.

A esto se suma la facultad que tiene el árbitro de acudir o no al VAR y el límite de utilización. Un partido puede tener más de diez parones de VAR y otro no, dependiendo del nivel de sensibilidad del árbitro.

Ahora el fuera de juego pasó a ser una nueva rama de la geometría y la microbiología, líneas delgadísimas proyectadas desde el último poro del jugador infractor logran una decisión que con un microscopio de alta tecnología no se logra ver. Proyecciones sombras e hilachas de la camiseta pueden cambiar el curso de un partido. Al igual que los penales y las manos en el área son una ciencia oculta que tiene que ver con posiciones de la mano, volumen del cuerpo y proyección de la pelota, el arquero, el área y otros ingredientes. Volvieron imposible lo que antes era complejo y aún se siguen pitando penales inexistentes y se dejan de pitar otros claros, dejando en entredicho si realmente cumple con la función para que fue creado.

Ni que decir que en torneos como el colombiano algunos partidos tienen VAR otros no, es como jugar dos partidos uno con un árbitro con gafas de aumento y dos jueces de línea de 60 años y otro con árbitros con edad y facultades adecuadas. No es lo mismo.

Si lo anterior no resulta suficiente crítica para la forma en que se ha usado el VAR, vemos como se ha vuelto constante que los clubes o federaciones decidan “solicitar los audios y videos del VAR” argumentando que se requieren para revisar la efectiva transparencia de las decisiones allí tomadas, poniéndose en tela de juicio una vez más que el VAR haya llegado para traer justicia al fútbol, y aumentando las posibilidades de que los partidos se definan en el escritorio, en la sala de VAR y no en la cancha.

Aplaudí en su momento la llegada de este invento, ahora, como lo veo me parece que la solución no ha sido eficiente. Las irregularidades se siguen cometiendo, ya no porque el árbitro no pudo ver una falta sino porque la vio de una manera particularísima, adicionalmente los juegos parecen películas de suspenso donde se aplaude más una decisión del árbitro en una cabina que una buena jugada.VAR