Agregue a sus temas de interés

Agregue a sus temas de interés Cerrar

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Las reformas a la justicia son más que necesarias y, por supuesto, deben pasar por aspectos como el número o mejor distribución de los funcionarios, ajustes normativos sustanciales y procesales, mayor cantidad de recursos, etc. Sin embargo, algo esencial y que suele pasar desapercibido es lo que podríamos llamar la reforma cultural de la administración de justicia.

Si bien los aspectos que primero enunciamos tienen que ver son la percepción que las personas tienen de la rama judicial y, por lo tanto, su mejoramiento debería impactar positivamente, es innegable que hay cuestiones más elementales del día de la justicia que, si no cambian, será difícil mejorar la reputación del servicio judicial.

Sin querer generalizar, pues no sería justo, hay que decir con contundencia que hay muchos servidores de la justicia cuya actitud de servicio es, por lo menos, deplorable. Es inconcebible que aun existan funcionarios judiciales que les incomode atender al público.

Aunque parezca obvio decirlo, el servicio de justicia es un servicio público y, en consecuencia, implica atender a las personas que reclaman justicia en sus asuntos. Pese a lo que nos ha enseñado la pandemia y las pocas cosas buenas que nos dejó, es inexplicable que algunos servidores judiciales aún se nieguen a responder correos electrónicos en tiempos razonables o que, sencillamente, bloqueen sus cuentas de correos para no recibir mensajes.

Es más que lamentable que haya funcionarios de la rama judicial que traten con desdén y, a veces, con desprecio a las personas que se acercan a sus oficinas, o que aun crean que ser servidores de la justicia les da algún tipo de privilegio propio de un cortesano medieval que exige a los usuarios de la plebe rendirles algún tipo de pleitesía. Aún peor, es deleznable que haya servidores de la justicia que traten a los usuarios dependiendo del abogado que los acompañe o del llamado estatus social que tienen.

Al nuevo Ministro de Justicia, junto con la administración de la propia Rama Judicial, le corresponde trabajar con ahínco en ese cambio cultural de la rama. La gente no solo quiere tener justicia rápida y eficiente, sino quiere que los traten con dignidad y respeto cuando van a las fiscalías, los tribunales, los juzgados y las cortes.

Esta reforma no requiere de trámites en el congreso ni de grandes partidas presupuestales. Exige determinación y sensibilización de los funcionarios para que comprendan su rol en la sociedad y frente a los usuarios judiciales. No quiero ser pesimista, pero si ese cambio cultural no se logra, los demás cambios serán anécdotas para los libros que solo leemos lo abogados, pero ninguna variación habrá en la percepción no muy buena que la gente en general tiene de la administración de justicia.

Las reformas a la justicia son más que necesarias y, por supuesto, deben pasar por aspectos como el número o mejor distribución de los funcionarios, ajustes normativos sustanciales y procesales, mayor cantidad de recursos, etc. Sin embargo, algo esencial y que suele pasar desapercibido es lo que podríamos llamar la reforma cultural de la administración de justicia.

Si bien los aspectos que primero enunciamos tienen que ver son la percepción que las personas tienen de la rama judicial y, por lo tanto, su mejoramiento debería impactar positivamente, es innegable que hay cuestiones más elementales del día de la justicia que, si no cambian, será difícil mejorar la reputación del servicio judicial.

Sin querer generalizar, pues no sería justo, hay que decir con contundencia que hay muchos servidores de la justicia cuya actitud de servicio es, por lo menos, deplorable. Es inconcebible que aun existan funcionarios judiciales que les incomode atender al público. Aunque parezca obvio decirlo, el servicio de justicia es un servicio público y, en consecuencia, implica atender a las personas que reclaman justicia en sus asuntos.

Pese a lo que nos ha enseñado la pandemia y las pocas cosas buenas que nos dejó, es inexplicable que algunos servidores judiciales aún se nieguen a responder correos electrónicos en tiempos razonables o que, sencillamente, bloqueen sus cuentas de correos para no recibir mensajes.

Es más que lamentable que haya funcionarios de la rama judicial que traten con desdén y, a veces, con desprecio a las personas que se acercan a sus oficinas, o que aun crean que ser servidores de la justicia les da algún tipo de privilegio propio de un cortesano medieval que exige a los usuarios de la plebe rendirles algún tipo de pleitesía. Aún peor, es deleznable que haya servidores de la justicia que traten a los usuarios dependiendo del abogado que los acompañe o del llamado estatus social que tienen.

Al nuevo Ministro de Justicia, junto con la administración de la propia Rama Judicial, le corresponde trabajar con ahínco en ese cambio cultural de la rama. La gente no solo quiere tener justicia rápida y eficiente, sino quiere que los traten con dignidad y respeto cuando van a las fiscalías, los tribunales, los juzgados y las cortes. Esta reforma no requiere de trámites en el congreso ni de grandes partidas presupuestales.

Exige determinación y sensibilización de los funcionarios para que comprendan su rol en la sociedad y frente a los usuarios judiciales. No quiero ser pesimista, pero si ese cambio cultural no se logra, los demás cambios serán anécdotas para los libros que solo leemos lo abogados, pero ninguna variación habrá en la percepción no muy buena que la gente en general tiene de la administración de justicia.