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sábado, 9 de junio de 2018

Que el libre mercado es el mejor juez. Vivimos repitiendo que el libre mercado el mejor mecanismo conocido para regular los mercados y fijar los precios, el precio justo, el precio de mercado. Sin embargo, el tiempo, las crisis económicas y financieras, los entes reguladores queriendo suplir al mercado y claro, los avatares de la política, han hecho que nos alejemos de lo básico y perdamos el rumbo.

Cada vez creemos menos en ese libre mercado y, por el contrario, le queremos achacar todos los males de nuestras economías, queriendo nuevamente volver al control estatal del mercado creyendo que el control y la fijación de precios por parte de los reguladores, es la solución mágica.

Traigo esto a colación porque en estos momentos no debemos perder de vista que nuestro desarrollo, lo debemos al libre mercado, con todo y sus defectos, que pasan más por las decisiones equivocadas por falta de conocimiento y a veces, de sentido común y la más de las veces por la corrupción y los intereses políticos, que por el sistema mismo.

El 30 de mayo de 2018, a propósito de las discusiones públicas abiertas por el departamento de justicia de los estados Unidos (DOJ, por sus siglas en inglés), dentro de una serie de mesas redondas respecto a competencia y desregulación, varios profesores de la universidad George Mason, pertenecientes al instituto global antitrust (The Global Antitrust Institute), llamaron la atención a las entidades que sirven como reguladores respecto a los costos de la regulación y el daño a los consumidores que termina afectando el proceso mismo de competencia.

Exponen los profesores, de las reconocidas universidades, que las empresas monopólicas normalmente tienen corta vida debido a los nuevos entrantes, la imitación de sus productos y la innovación que busca erosionar sus ganancias monopólicas. Recuerdan los profesores que cuando se pretende prevenir el ejercicio de monopolios temporales mediante la regulación de precios suele resultar en el enfriamiento de los estímulos de los potenciales entrantes por introducir nuevos productos o innovar o simplemente, para arriesgarse a competir.

De este modo, si bien el control de precios en el corto plazo beneficia a los consumidores, en el largo plazo los consumidores se encontrarán en peores condiciones. A manera de ejemplo trajeron a colación el control de precios a la gasolina que se dio a propósito del huracán Katrina. En un primer momento, alivio a los consumidores ya que impidió que el precio se elevara, pero luego, el nivel precios hizo que los consumidores en este lugar no se midieran en su consumo, que los proveedores no tuvieran estímulos para llegar a las áreas afectada, originándose largas filas y escasez. Esta reflexión es transferible a casi cualquier tipo de mercados, cuando la regulación pretende reemplazar el mercado.

Las discusiones respecto a qué sistema económico es mejor y qué remedios se deben aplicar, no dejaran de existir, pero deberíamos ya convencernos que en caso de duda, el mercado es el mejor regulador, dejando la intervención para de precios para eventos excepcionales, básicamente aquellos mercados donde existen monopolios naturales.