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lunes, 8 de noviembre de 2021

Hace ya un tiempo, 190 países vienen reuniéndose cada año, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el propósito de establecer pautas para mitigar este fenómeno y adaptarse a sus impactos.

En esas reuniones se ha cuestionado cual podría ser el papel que debe jugar la OMC para contribuir a frenar el calentamiento global.

Desde la misma creación de esta organización, se reconoció la necesidad de coordinar las políticas de comercio y ambiente y, para esos efectos, se encomendó a su Consejo General la creación de un comité que se ocupara de estudiar la interacción entre estos escenarios a efectos de promover el desarrollo sostenible.

De hecho, algunos miembros de la OMC han adoptado medidas para mitigar los efectos del cambio climático, como es el caso del impuesto al carbono, tributo ambiental que grava a quienes generen este contaminante, con el propósito de reducir las emisiones de CO2.

El Fondo Mundial para la Naturaleza estableció que, a raíz de este impuesto, “en el Reino Unido, las emisiones de carbono han caído a su nivel más bajo desde 2013. Por otra parte, en Suecia, el gravamen ha ayudado a reducir estas emisiones en un 26% desde 1990. En contraste, países como Francia, que no han adoptado este tributo, ha aumentado sus niveles de CO2”.

El pasado 26 de octubre, en un evento organizado por la Cámara de Comercio Internacional de Reino Unido, la directora general adjunta de la OMC, Angela Ellard, llamó la atención sobre la necesidad de establecer de manera universal este impuesto y con un monto único con el fin de reducir las emisiones totales de gases de efecto invernadero, para el año 2030.

El New York Times ha señalado que, para cumplir ese objetivo, muchas industrias deben hacer cambios drásticos y costosos. Así, por ejemplo, los productores de acero como ArcelorMittal deben buscar la forma de utilizar hidrogeno en lugar de combustibles fósiles.

Estados Unidos, China y Rusia se han opuesto a esta iniciativa, debido a que los estrictos grados de exigencia ambiental afectan su capacidad para competir a causa de los altos costos que deben asumir.

A su vez, los países en vías de desarrollo, que en este sentido son los menos rigurosos y estrictos, temen que esta propuesta juegue en su contra y se convierta en una barrera de acceso que les impida competir con los países desarrollados.

Otra medida que ha propuesto la OMC, para contrarrestar el calentamiento global, es que se le facilite el acceso, al sector agrícola de los diferentes países, a nuevas tecnologías ambientales a través de equipos y bienes de capital exentos de aranceles.

Así, la semana pasada, esta organización puso de presente, en la Cumbre para la Acción Climática, que el acceso de los agricultores a nuevas tecnologías bajas en carbono les permitiría adaptarse al aumento de las temperaturas, mejorar su rendimiento y satisfacer la creciente demanda de alimentos.

Finalmente, en un reciente comunicado la directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweal, indicó que, diversas iniciativas medioambientales se darían a conocer en la Duodécima Conferencia Ministerial prevista para finales de este año.

Todo lo anterior evidencia que la OMC se encuentra comprometida en ayudar, de una manera significativa, a contrarrestar el cambio climático, lo que acaba con el mito de que las medidas comerciales y ambientales son incompatibles y con el estigma según el cual la OMC es indiferente a los problemas ambientales.