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lunes, 11 de mayo de 2020

La propagación de la enfermedad por coronavirus Covid-19 tienen a China bajo la mirada y el escrutinio del resto del mundo. Apertura total en lo económico, estalinismo puro en lo político, el “gato blanco gato negro no importa el color, si caza ratones es un buen gato” de Deng Xiaoping, se percibe ahora con inquietud y cierta alarma desde occidente.

El mundo se pregunta hacia dónde va ese gigante y qué amenaza representan las distorsiones generadas por compañías y negocios controlados por un régimen totalitario, cuyas ventajas competitivas no se derivan de su propia eficiencia sino del apalancamiento que resulta de ser controlados por el estado, donde no es claro que operen las fuerzas del mercado y en donde la transparencia no está en el orden del día.

Se cuestiona además si los regímenes de competencia son adecuados para abordar este fenómeno, máxime cuando China está adquiriendo, de manera agresiva, industrias estratégicas en el resto del mundo.

¿Puede el Estado garantizar la igualdad del campo de juego y las autoridades de competencia objetar una integración cuando se percaten de que el inversionista extranjero competirá apalancado en el Estado al que pertenece?
En el fondo del asunto yace el interrogante de cómo hacer para garantizar las condiciones de competencia cuando se trata de rivalizar, en el escenario concurrencial, con empresas que no necesariamente se rigen por las leyes del mercado. ¿Hasta dónde un régimen totalitario es compatible con una economía de mercado?

De hecho, en el caso de la Vitamina C, North China Pharmaceutical Group Corp. and Hebei Welcome Pharmaceutical Co. Ltd., empresas estatales chinas que fueron investigadas en EE.UU. por conductas anticompetitivas alegaron que su comportamiento obedecía a órdenes del Gobierno Chino, razón por la cual su conducta no podía ser objeto de escrutinio bajo las leyes de otro estado.

En Europa, según reportó el Financial Times, ante el hecho de que el coronavirus ha llevado a muchas empresas al borde del colapso, la vicepresidente de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, expresó que los países europeos deberían adquirir acciones en sus empresas para evitar o contrarrestar la toma de control de la China de las empresas europeas y que todo el que quisiera hacer negocios en Europa era bienvenido, pero no con medios injustos.

A pesar de que en términos generales en la R.P. China no funcionan las leyes del mercado y que en no pocos sectores las empresas son controladas por el estado, ese país puso en vigencia una ley antimonopolios que entró en vigor en 2008 y que además de tener como objetivos los de restringir los monopolios y proteger la competencia justa, también pretende “promover el desarrollo saludable del mercado socialista”. EE.UU. se han quejado de que la ley China se aplica con diferente rasero a las compañías nacionales y extranjeras y en función de preocupaciones de política industrial o proteccionistas en favor de las empresas estatales.

Así, adujo que casi todos los casos de fusiones y adquisiciones que el Ministerio de Comercio Chino prohibió o aprobó con condiciones adicionales estaban relacionados con compañías extranjeras, mientras que ha aprobado incondicionalmente similares operaciones entre las compañías estatales.
Es indudable que las especiales circunstancias que representan las empresas controladas por la China rompen la igualdad y que ante su agresiva expansión los países tendrán que encontrar urgente la manera de nivelar la cancha.