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jueves, 14 de abril de 2022

No es común encontrar en los responsables de la gestión del talento humano un conocimiento profundo respecto de los escenarios internacionales en los cuales pueden ser cuestionadas estas empresas, por comportamientos laborales que presumiblemente no se ajustan a las normas de la Organización Internacional del Trabajo, OIT. En ocasiones anteriores hemos expuesto algunas complejidades propias de escenarios como la OCDE y los retos que significan las Líneas Directrices para las Empresas Multinacionales. Hoy me referiré al más complejo de los escenarios: el de las redes sociales.

Seguramente ya nos hemos dado cuenta que la sociedad del consumo se trasladó también a las redes y se expresa mediante una especie de compulsión desenfrenada por adquirir cuantas versiones se difundan, sin siquiera mediar el mínimo juicio de valor respecto de la validez de las afirmaciones contenidas incluso en las más descabelladas versiones que circulan por el ciberespacio. Pareciera ser como si las personas experimentaran una incontrolable ansiedad por enterarse, más que por conocer la verdad de las situaciones. Sí, es una sociedad de consumo desenfrenado de versiones, pero también es una sociedad que experimenta al enorme poder que le significa la capacidad de opinar, de hacerse oír y de tomar decisiones que impactan en la vida de otros. Lamentablemente no siempre dichas decisiones están precedidas de juicios de valor equilibrados, serenos, objetivos; por regla general, y hemos visto infinidad de casos, son producto de sentimientos tales como el odio propio de la lucha de clases.

Lo cierto es que toda persona, natural o jurídica, está expuesta a ser víctima de ataques en las redes, que pueden llegar a ser devastadores desde las diferentes perspectivas que se quieran analizar. Tratándose de las empresas, la reputación corporativa y los negocios internacionales pueden ser las víctimas más delicadas de estos enconados ataques, en particular cuando se refieren a los asuntos laborales, siempre tan cercanos a la pasión, a la visceralidad, cuestiones que, a su vez, son primas gemelas del ánimo belicoso y destructivo que pareciera recorrer y alimentar a las redes sociales, las cuales constituyen el vehículo que brinda a cualquier individuo el poder irresistible de convertirse en juez sin necesidad de rendir cuentas de sus actos, por malhadados que éstos sean. Las empresas, y en particular las multinacionales que operan en estos países, no pueden vivir de espaldas a esta realidad y continuar gestionando sus riesgos laborales al margen de una realidad tan controversial como esta del inmenso poder otorgado por las tecnologías de la información y la comunicación a todos los individuos, como tampoco pueden esconder la cabeza en la arena en relación con el discurso de odio y beligerancia imperante en la sociedad, en especial entre aquellos que se encuentran más expuestos a la dialéctica de caos que desde ciertos oscuros centros de poder se está sembrando.

Entender este fenómeno equivale a superar la mirada provincial, lo cual significa dejar de suponer que los asuntos laborales se debaten tan solo en los escenarios nacionales y que su fuente normativa es exclusivamente la legislación nacional, a la par de desarrollar al interior de las compañías una cultura organizacional con énfasis en la importancia tanto de los estándares laborales de la Organización Internacional del Trabajo, OIT como de aquellos escenarios internacionales como el Comité de Libertad Sindical de la OIT y la misma OCDE.

No es menor el reto al que se ven avocadas las empresas multinacionales, pero asumirlo sin lugar a dudas las llevará a niveles mucho más elevados de gestión del talento humano.