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sábado, 17 de agosto de 2019

Definitivamente son profundos los cambios acontecidos en la estructura de la sociedad actual como consecuencia de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Abundan los estudios sobre el particular sin que hasta la fecha conozca alguno referido específicamente al impacto en la gestión del talento humano en las empresas. Suena un poco confuso, ¿verdad? Pues no, porque la relación es bastante estrecha.

“El control de Internet” (Ibáñez, 2005) es el título de un excelente libro que nos pone de presente uno de los elementos básicos de ese impacto. Partiendo de la definición que da de globalización podemos adentrarnos en los entresijos de una compleja relación entre esta y los asuntos laborales: “la progresiva transformación de un conjunto de procesos sociales interrelacionados cuya intensidad aumenta y se manifiesta en una escala geográfica que tiende a ser mundial”. Esta sociedad que se está tejiendo entorno a las redes sociales es descrita por algunos autores (Shaw), como “un sistema global de relaciones sociales en el que todos los seres humanos están, en cierta medida, conectados, y que cubre la totalidad del globo”. Los procesos desarrollados en torno a las TICs han dotado a todos los individuos de un poder como no había ocurrido hasta ahora y los ha dotado de legitimidad para observar, analizar, juzgar e incluso sancionar el comportamiento de persona y empresas que no se ajustan a ciertos valores laborales, de derechos humanos, gobierno corporativo, etc., demandados por ellos como de vigencia universal.

Cuando afirmo que se trata de “legitimidad” lo hago con todo el conocimiento de causa pues es el resultado de la explosión de la territorialidad del poder del Estado, otrora titular único para llevar a cabo conductas sancionatorias. Las redes sociales legitimaron a los ciudadanos con el poder para hacer valer su opinión, en tanto es la misma sociedad la que anima, inspira y demanda de toda persona a pronunciarse, empoderarse del curso de los acontecimientos; una sociedad, además, necesitada de escuchar a todo aquel que desee erigirse como guía a seguir. El ejemplo de los influenciadores (tocó agregarla al diccionario del computador) es prueba de una humanidad llena de ansiedad por escuchar y atender un nuevo tipo de liderazgo.

Las TICs y las redes sociales permiten a toda persona conocer los aspectos laborales de las empresas, con tanto detalle como el que pueden suministrar los propios empleados, indagar en profundidad, intercambiar opiniones sobre la forma como estas gestionan el talento humano y, sobre todo, juzgar y sancionar todos aquellos comportamientos que consideran inadecuados. Yo he llamado a esta la sociedad de la “urna de cristal”, aquella en la cual todos somos observados y observadores a la vez; en la cual la aspiración de los sujetos es justamente exhibirnos, mostrarnos en diferentes facetas (estudiante, trabajador, vacacionista, rumbero, comprador, etc.), en donde la privacidad está redefiniendo sus fronteras y, sobre todo, sus contenidos: una sociedad, en fin, de la cual también hacen parte las empresas, sujetos primordiales de observación, juicio y sanción.

La gestión del talento humano trasciende entonces los estrechos y locales límites de las autoridades administrativas y judiciales nacionales, y ahora la reputación (y la suerte de los negocios globales), está en manos de ese universo indeterminado, pero no por ello menos real de los que yo denomino “Compradores globales de confianza ética”.