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jueves, 14 de mayo de 2015

Quienes trabajamos en esta industria reconocemos la dificultad de motivar y traducir la filosofía de un concepto y un trabajo a través de simples frases, gestos y estilos que se manejan desde que el comensal llega al restaurante hasta que se va.

Los maestros en este rubro en Bogotá son sin duda los empresarios Leo Katz, propietario de Luna, Watakushi, Café Amarti, Il Pomeriggio, entre tantos otros, y Jaime Escobar, quien desde hace años gerencia sus restaurantes Dilucca, Brasserie, Agadon, etc. Ellos han sido pioneros en la industria gastronómica al introducir conceptos novedosos al país y presentar la oportunidad al curioso comensal bogotano de conocer ingredientes y recetas que ya se han convertido en platos básicos de la gastronomía bogotana como el exitoso carpaccio y la pizza margarita.

Pero su aporte a la industria va todavía mas allá, Escobar y Katz encontraron en los jóvenes meseros de los 80’s un grupo de personas ávidas por aprender, servir y llevar el concepto de servicio a un nivel mas alto en la aquella entonces pequeña sociedad bogotana a la que servían, y se han convertido en los maitre de los mejores restaurantes de la ciudad, muchos también permanecen fieles a los restaurantes de los grupos Katz y Escobar. Hoy día, me maravilla ver en cada uno de los restaurantes que visito a algún discípulo de aquella era.

Esta generación de apasionados jefes de salón, es el resultado de la firmeza que inculcaron los desde entonces líderes restauranteros a todos sus empleados, del conocimiento que los mismos lograron infundir y de la motivación que se creo en un verdadero trabajo en equipo. Sin embargo, creo también que esto se debe a factores mas difíciles de medir que incluso podrían ser culturales, como el calor humano, el deseo de servir y la alegría de ver una sonrisa en alguno de los comensales.