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jueves, 31 de octubre de 2019

Un factor de gran relevancia para los emprendedores es lograr generar activos que adquieran valor patrimonial tangible para sus negocios. Es por esto que deben realizar una apuesta seria al posicionamiento de sus productos en el mercado y, de esta forma, lograr estar de manera permanente en la mente de sus actuales y potenciales clientes, diferenciándose de sus competidores para lograr apropiarse de una porción del mercado.

Lo anterior, se da a través de estrategias de mercadeo que solo son viables cuando se tenga registrada la marca del producto o servicio. Es acá donde la protección que otorga la Delegatura para la Propiedad Industrial de la Superintendencia de Industria y Comercio adquiere un papel trascendental, por ser la entidad encargada de conceder el registro de una marca a una persona natural o jurídica, para garantizar la explotación en exclusiva al titular de la misma; sin embargo, una queja recurrente por parte de los emprendedores es la dificultad que puede representar dicho registro de manera exitosa.

En ocasiones, el proceso de creación de una marca se lleva a cabo sin tener en cuenta las ya existentes y registradas en las clasificaciones de Niza sobre las cuales deben determinar su campo de acción, dejando a un lado el proceso diferenciador que se requiere para que el producto sea original y tenga oportunidad de permanecer en el mercado. Otras veces, el registro de la marca se realiza de manera posterior al posicionamiento de la misma, lo que puede dificultar la concesión. Estas situaciones obedecen a que, de manera recurrente, los emprendedores asimilan el registro de una marca a un gasto y no a una inversión, restándole importancia y procrastinando su proceso de solicitud.

El escenario ideal para lograr un registro de manera eficiente requiere de una cultura empresarial previsiva que facilite el proceso de solicitud, lo cual está directamente atado a los siguientes factores: (i) desarrollar la marca de manera creativa, seleccionando las clasificaciones de Niza en las cuales tiene interés de estar, (ii) contar con un manual de marca, (iii) realizar una consulta previa de antecedentes directa y posteriormente oficial ante la SIC para determinar la viabilidad de registro y su éxito de concesión, (iv) realizar el registro de la marca, sin incurrir en inversiones significativas de mercadeo o posicionamiento de producto hasta que no haya por lo menos superado el periodo de publicación en la gaceta oficial, (v) evitar invertir en el desarrollo de productos que se identifiquen con la marca que se encuentre en proceso de registro, hasta no tener seguridad en su concesión.

Teniendo en cuenta los pasos expuestos, se puede concluir que el proceso de creación de una marca debe ser -en la medida de lo posible- uno de los primeros elementos que deben ser tenidos en cuenta para el desarrollo de un producto o servicio, ya que tener una visión preventiva evitará múltiples dolores de cabeza y sobrecostos que pueden evitarse, o por lo menos anticiparse cuando se le da la debida importancia a la propiedad industrial dentro de los procesos empresariales.

Las marcas se convierten en activos valiosos y necesarios para el crecimiento de los diferentes productos y servicios, cuya necesidad debe ser vista no solo como una requisito más, sino como una inversión estratégica al interior de cualquier unidad de negocio independientemente de su tamaño o proyección, la cual debe estar en las prioridades de cualquier actividad empresarial.