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jueves, 24 de septiembre de 2020

La rigidez de un gremio anclado en el tiempo en sus viejas costumbres como consecuencia de las formalidades impuestas a la profesión, donde la interacción física cliente-abogado inspiraba en la mayoría de ocasiones la confianza para el cierre de un contrato de prestación de servicios legales, cegado por unas instalaciones glamurosas y ejércitos de abogados a su disposición, han quedado en el pasado ante la crisis sanitaria mundial desatada por la pandemia.

Cientos de metros cuadrados quedaron vacíos, mostrando que la infraestructura física de las firmas o bufetes no constituye la esencia de una buena y debida asesoría legal. Aquellas firmas que llevaban la delantera en infraestructura digital y tecnológica, así fuese la más mínima, han visto los réditos de su inversión frente a su competencia más cercana que no le apostó en su momento a la tecnología como futura plataforma para la prestación de servicios legales como el siguiente paso de la evolución.

Aquel cliente acostumbrado a ver personalmente a su abogado de cabecera y su equipo en una misma sala de conferencias, lo ha encontrado pero en un meeting virtual, donde la corbata más fina, el olor a colonia más atrayente y los zapatos más brillantes, no constituyen el corazón de la reunión y la justificación de su contratación, sino por el contrario, la inteligencia, el conocimiento, la capacidad y la experiencia de sus asesores “virtuales” son los verdaderos elementos de la esencia de dicha reunión, su asesoría y su contratación, y que deberían ser considerados siempre los factores determinantes dentro de nuestra profesión.

Esta “nueva realidad” obliga a que el más reacio de los clientes y de los abogados que se resistían a la evolución tecnológica, hayan tenido que reinventarse y aprender forzosamente un mundo aparentemente desconocido, necesario e indispensable para recibir su asesoría, prestar un servicio y hasta poder interactuar constantemente con la nube y a través de las avanzadas aplicaciones de reuniones o “meeting apps”, que de lo contrario harían imposible hoy iniciar, continuar o concluir un negocio y su debido acompañamiento legal.

Las firmas representadas por sus socios y equipos de recursos humanos han aprendido que la importancia de un abogado no es llenar un espacio físico, sino la disposición que tiene el trabajador en desarrollar y ejecutar sus tareas sin importar su locación. La experiencia nos está mostrando que la productividad laboral de los equipos en muchas firmas ha incrementado.

Estos difíciles meses han convencido a muchos que la prestación de sus servicios legales, entre otros servicios, la publicidad y oferta de sus líneas de negocio y la educación de sus actuales y potenciales clientes pueden ser una realidad mediante su reinvención digital, tecnológica y de trabajo a distancia.

Una vez dado este paso en la evolución de los servicios legales por parte de los distintos actores en Colombia, estos deben promover mecanismos que permitan mantener y fomentar su consolidación en la economía nacional para así lograr un eficiente y rentable modelo de negocio en complemento o sustitución parcial o total del modelo tradicional. Pero antes no deben olvidar el factor humano que compone sus empresas, debiendo implementar entre sus asociados y demás trabajadores practicas de salud ocupacional y acompañamiento psicológico que promuevan un bienestar físico y mental para un adecuado trabajo a distancia, dirigido en este momento a evitar mayores niveles de estrés y agotamiento producto del confinamiento. Así mismo, deberán promover herramientas y espacios de interacción entre sus trabajadores con ánimo de mantener las relaciones laborales y personales entre estos, y con sus clientes lograr una adaptación y consolidación de la relación tecnológica cliente-abogado en cuanto a confianza, reserva y seguridad (protección de datos e información digital).

Por el momento ha sido un paso temporal a la prestación de servicios legales a través de medios tecnológicos y digitales y que debe estar llamado a quedarse indefinidamente por cuanto la calidad de los servicios no debe afectarse, incluso debería ser más eficiente. Este modelo de prestación de servicios podría reducir muchos de aquellos costos y gastos fijos inmersos en los honorarios, cuya disminución o eliminación puede consolidar, asegurar y atraer al cliente.

El 2020 se puede definir como el inicio de la flexibilización de la practica legal pero con iguales e incluso mayores estándares en la época de la evolución de la economía digital. Gracias “nueva realidad” por habernos obligado a evolucionar.