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miércoles, 21 de marzo de 2018

Examinar las verdaderas razones de lo que podría ser una guerra comercial entre Estados Unidos, China y la Unión Europea, es una tarea que debe realizar Colombia para adoptar un plan de acción y entender su rol en un conflicto de alcance mundial.

Respecto a la reciente decisión del presidente Trump de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio, el profesor de la Universidad de Harvard, Martin Feldstein, indicó que la razón detrás de esa medida no es precisamente combatir las exportaciones chinas de acero y aluminio subsidiado que afecta a los productores estadounidenses. La razón principal sería la tecnología desarrollada por empresas norteamericanas que deben ceder como requisito para ingresar al mercado chino. De esta manera, la imposición de aranceles correspondería a una amenaza para que el gobierno de ese país desista de la política de transferencia de tecnología.

La tecnología es uno de los principales factores que separan a los países desarrollados de los países en vía de desarrollo, por lo que su transferencia es un precio competitivo muy alto. De hecho, la China de hoy está en camino de substituir a los Estados Unidos como primera economía mundial, gracias a décadas dirigidas a ser menos dependientes de la manufactura tradicional y de la deuda, y al cambio de foco hacia los servicios y el crecimiento de alta calidad. Ante ese panorama, Estados Unidos está acudiendo a todas las medidas disponibles para mantener su liderazgo económico.

La guerra comercial podría dejar como principal damnificado al sistema multilateral de comercio. Por esta razón, resulta importante analizar las motivaciones detrás de cada medida que van adoptando los jugadores del comercio internacional, para entender el rol como país en estas aguas turbulentas.

Colombia no estaría llamada a dar la pelea por mantener el status quo del comercio internacional, pues no somos un jugador relevante en este campo. Dentro del comercio mundial, las exportaciones colombianas representaron solo 0,24% en 2016 del total de exportaciones mundiales, al igual que las importaciones representaron 0,33%. Así, nuestro país debe orientarse en resultar lo menos afectado y apresurarse a adoptar los ajustes necesarios en este periodo de transición, tales como encadenamientos productivos en el marco de la Alianza del Pacífico y potencializar los instrumentos que nos hacen más competitivos, entre ellos las zonas francas y demás instrumentos de promoción al comercio exterior.

Así mismo, es apropiado que Colombia esté enfocando sus esfuerzos en su exclusión de la imposición de los aranceles al acero y al aluminio, y en general, en evitar las medidas que afecten al comercio, sea por parte de los Estados Unidos o por países que adopten retaliaciones. Para este objetivo, son de utilidad las reglas y estabilidad jurídica que brindan los TLC’s vigentes.

De forma paralela, debemos tener en el radar los instrumentos de defensa y política comercial, con el fin de protegernos oportunamente de los daños colaterales. Las salvaguardias, por ejemplo, podrían tener un papel protagónico para contrarrestar las desviaciones del comercio que lleguen a Colombia como consecuencia de un bloqueo comercial en otros países. Esto sin perder de vista otros instrumentos como los derechos antidumping, derechos compensatorios, las obligaciones de los acuerdos comerciales y las excepciones permitidas a los acuerdos multilaterales de la OMC.