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jueves, 18 de febrero de 2021

Descartes organizó racionalmente el pensamiento en su libro “El discurso del método”. Al ver hoy las elecciones en las principales democracias, plagadas de desinformación, manipulación de las redes y otras situaciones de la era digital, nos preguntamos si el discurso mismo debería tener un método. Hemos acordado sobre lo fundamental: que la paz debe ser una política de Estado, que la corrupción es un mal de todos, entre otras. Lo que nos divide no es el contenido del discurso, sino su método. Lo que pensábamos que era un hecho, ya no lo es.

Una muestra: las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Lo ocurrido en este país era inimaginable, pero vislumbra un gran problema y es la corrupción de la comunicación. En efecto, a través de la “propaganda oscura”, se materializa un asunto que haremos visible en el II Foro Norte de buen gobierno que se celebrará el 4 de marzo en Barranquilla nos haremos preguntas cómo ¿Libertad de expresión o libertad de agresión?, tendremos todas las voces un solo escenario, allí estarán Paloma Valencia, Sergio Fajardo, Iván Cepeda, Juan Fernando Cristo, Humberto de la Calle, Roy Barreras, Hernán Penagos, entre otros invitados.

La discusión en nuestro país está al orden del día. La Fundación Colombia 2050 llevó a cabo un foro sobre “Fake news y posverdad. Se llegó a varios consensos, como la real afectación que se produce en la toma de decisiones políticas de los ciudadanos, la lesión a la legitimidad de los procesos electorales, la inconveniencia de enfrentar el desafío con regulación estatal ─donde el Estado defina qué es verdadero y qué es falso─.

La corrupción de la comunicación amenaza la institucionalidad, mantener la integridad de la forma discursiva debería ser un compromiso de todos. Además del fondo hacen falta acuerdos sobre la forma. Esto fue especialmente notorio en las pasadas elecciones estadounidenses.

Como suele ocurrir en tantos otros asuntos, la propia sociedad le ha salido al paso a este problema, mientras Trump hablaba de fraude electoral, las grandes cadenas de televisión americana interrumpían su transmisión; y hoy está siendo juzgado por su propio Congreso.
Todos los vehículos de información se pusieron de acuerdo para autorregular; intervinieron el discurso con el objetivo de proteger su institución democrática. Es indispensable revisar las políticas públicas sobre alfabetización en la era digital para que la democracia no sucumba por la pérdida de conciencia crítica.

Bienvenida la discusión sobre cómo pactar la autorregulación por los movimientos políticos,los medios de comunicación, las plataformas sociales. Más en un país como Colombia, donde el 73% de los ciudadanos no distingue una noticia falsa de una verdadera, y donde la polarización provocada se convierte en intolerancia. El remedio contra la información falsa no solo consiste en enfrentarla con información verdadera, sino en acordar deberes en el método del discurso, pues a los liderazgos en lo público, en lo político, en lo comunicacional, se les debe atribuir, por qué no, una posición de garantía.