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sábado, 5 de septiembre de 2020

Una denominación de origen es una indicación geográfica correspondiente a un país, una región, un lugar o zona determinados, utilizada para designar un producto que, por ser originario de dicha región y tradición ancestral, ostenta unas características, cualidades y reputación que lo hacen diferente, gracias al esfuerzo colectivo para preservar las calidades propias de ese producto y vinculadas a esa zona particular.

Con la obtención de la declaratoria de protección mediante denominación de origen se consolida un valor agregado en el producto, el cual se verá reflejado en el mercado a partir de factores tales como, el reconocimiento de la tradición cultural e identidad histórica de una región, el precio, la salvaguarda de calidad, la inhibición de competidores desleales, una vigilancia rigurosa en el proceso de producción, así como el fomento de productos regionales de alta calidad.

Sin embargo, las denominaciones de origen se enfrentan constantemente a grandes retos a la hora de obtener y mantener su protección en Colombia. Existen varias razones, pero se podrían resumir en la falta de capacidad asociativa por parte de los productores, la falta de iniciativa por desconocimiento, y la falta de una administración estatal que no solo proteja las denominaciones de origen, sino que responda oportunamente a las exigencias de la economía local e internacional.

En el marco internacional, el coronavirus ha visto a algunos países en la necesidad de modificar o adaptar sus marcos legales con el fin de activar la economía, pero sin olvidar preservar las calidades y características de productos protegidos bajo este tipo de signo distintivo.

Hasta ahora, España ha sido el país con más modificaciones en sus normativas. Por ejemplo, la denominación de origen Aceite de Oliva del Bajo Aragón debe envasar su producto fuera del territorio del productor por lo que queda del año, debido a la exigencia sanitaria de servir el aceite en envases monodosis en bares y restaurantes, haciéndose necesario el traslado ante la escasez de empresas embotelladoras en el sector. Algo similar ocurre con la Aceituna Aloreña de Málaga, que ahora debe servirse de manera inusual a la tradición cultural.

De otro lado, la denominación de origen Rueda ha tenido que añadir una nueva variedad de uva que posee un ciclo vegetativo más corto y una maduración más temprana, manteniendo el proceso de vendimia tradicional que ha caracterizado su reputación. Otras, como Valdepeñas y La Mancha habían detenido la recolección de uvas ante el impedimento de exportar a China, país que representa un alto porcentaje de las ventas de vinos.

Otro país afectado ha sido Camboya, pues recientemente, su Oficina de Propiedad Intelectual (Dipr) anunció que no otorgará nuevos registros hasta nuevo aviso, ya que la pandemia continúa interrumpiendo las operaciones de las cadenas de producción. Esto, sin contar las dificultades de exportación que sostienen económicamente a sus productores.

Orgullosamente, Colombia es el país con más denominaciones de origen en todo Latinoamérica: 29, en total. Entre éstas se destacan las recientemente otorgadas Cangrejo Negro de Providencia y Cerámica Negra de la Chamba; Bocadillo Veleño, Bizcocho de Achira del Huila, Café de Colombia y Queso Paipa, por mencionar algunas.

Solo el avance y evolución de la reactivación económica que recién empieza, son los que nos darán las pautas de adaptación y conclusiones del impacto para nuestras denominaciones de origen en el nuevo normal.