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lunes, 29 de agosto de 2022

Es una de las frases que más repetía en clase uno de mis profesores favoritos en la universidad. La usaba para referirse a esas situaciones bajas, rastreras y de poca altura intelectual, con mucha vehemencia nos decía a sus estudiantes: “Están para las alturas como los cóndores, no para vivir a la altura del betún”. Cuánta verdad en tan pocas palabras.

Tal vez este sea el momento de repetir esas mismas palabras a toda esa “opinión pública” que, como diría el profesor, ha dedicado días a discusiones tan insulsas y banales como los tenis de una funcionaria, el lapsus linguae de la señora vicepresidenta o las apariciones de la primera dama en las que, como buena mujer caribe, demuestra cómo es que los ritmos se apoderan del cuerpo, echando de menos una serie de formas protocolarias, rígidas y obtusas que distraen la atención de lo importante.

La discusión debe estar en el nivel correcto, en el que construye y del que surgen ideas novedosas o críticas certeras ¿para qué queremos figurines perfectos derrochantes de corrección y buenas maneras si bajo la superficie de las formas corren las más oscuras aguas? ¿qué nos ha quedado de eso?

En lugar de enfocarnos en los zapatos con los que cada uno acude a sus labores por qué no atendemos mejor lo que efectivamente ocurrió en el evento y sus consecuencias ¿qué se discutió? ¿cuál era el fin de la reunión? ¿qué resultado e impacto puede tener en la política nacional e internacional? ¿tendrá incidencia económica? En fin…lo que ocurre con la agenda del gobierno y el congreso no puede recibir el mismo trato que unas onces de socialités en un club, donde lo que importa es quiénes fueron, qué tan populares y a la moda están y cómo se ven en la foto. No, los ojos de todos deben estar en el discurso, los actos y no las formas. Nos debemos como país estar en las alturas y darnos la altura que nos merecemos y no, eso no lo hacen unos tacones de marca.

La solemnidad de las cumbres y reuniones gubernamentales, que no deja de ser deseable, no es la nuez de ninguna conversación. La oposición y el gobierno nos deben a los ciudadanos estar en las alturas y, no perder el norte. El consenso, el debate, el control y la veeduría requiere profundidad y seriedad. Con honor, coherencia y un ejercicio intelectual serio y concreto, no con los zapatos correctos o la mejor corbata.

Temas de mayor trascendencia como el impacto de la reforma tributaria, el tránsito a una economía no extractiva, sus bondades y defectos, los riesgos de su implementación, la necesidad de inversión y otras cosas de mayor impacto deben estar en el centro de las discusiones y conversaciones. Nos lo merecemos, todos sin importar la orilla filosófica o política. Es hora de que asumamos que el desarrollo del país y la idea de progreso tiene que ir más allá de las páginas sociales y el formalismo inocuo que desdibuja lo sustancial.

Con el caso de los tenis, cuyo uso está más que normalizado después de la pandemia, pasó casi que de agache un hecho que, aunque también formal, no es inocuo ni superficial: haber presentado al presidente del Gobierno de España como “presidente de la República del Gobierno de España”. Lapsus o no del presentador, a diferencia de los tenis, referirse a un país por un nombre ajeno sí es una tremenda falta y, de paso, la evidencia de la superficialidad con la que ciertos asuntos que sí son importantes son tratados. Dejemos de mirar al piso, no somos gusanos. Elevemos el discurso, las propuestas y la crítica.