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jueves, 5 de junio de 2014

Las encuestas a todo lo creado, están hoy en boga en el mundo entero. Por su conducto el fabricante de cualquier pasta dentífrica se entera de la forma en que ha sido recibida aquella por los consumidores, con la misma exactitud el político se informa de sus posibilidades electorales. Es evidente que las encuestas pueden ser un instrumento muy útil para orientar a la opinión pública.

La teoría y la práctica ha demostrado que las encuestas realizadas con rigor científico se convierten en eficaces auxiliares de la investigación. Aplicadas al periodismo permiten la clasificación de los lectores por sexos, edades, grupos sociales y profesionales, etc.

Remontándome al siglo XVI, cuando Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe, hizo una distinción entre la política y la moral: Los escasos-decía- no se aventuran a contradecir a la opinión de la mayoría. Hoy, en pleno siglo XXI, es casi idéntico a lo dicho por Maquiavelo, pero ya con otras palabras. La politóloga alemana Elizabeth Noelle-Neuman, autora de la teoría la Espiral del Silencio, dictaminó que es probable que un individuo se abstenga de dar su opinión sobre un determinado tema en un grupo de personas en el que se sienta minoría, por miedo a la reprensión o el aislamiento. Manifestado de otra manera: los votantes estarían siempre inclinados a respaldar las tesis y fórmulas ganadoras.

La finalidad de estas encuestas es que la opinión publica este al tanto de cómo va su candidato presidencial o aspirante a la alcaldía preferido. No todos quedan conformes con esta medición, tienen muchos críticos que no están de acuerdo con los resultados. Por ejemplo, los resultados vaticinados por los encuestadores se confirman el día  de la votación. Finalmente no se puede confirmar si la elección fue reflejo o producto de datos o cifras con antelación.

Pero muchos críticos y opositores a estas encuestas señalan que estas tienen doble misión: de propaganda y manipuladoras. Los medios de comunicación, especialmente los audiovisuales, se prestan para ser manipuladores de la audiencia.

Los estudios sobre los medios de comunicación han puesto de manifiesto que estás también tienden  a crear un estado de opinión, aún cuando no sea intencionalmente. 

El comunicador social ha de ser un observador de la política, no un protagonista. La mejor ocasión para estudiar los efectos de las encuestas se presenta en casos extremos, como cuando se anuncia con mucha anticipación una victoria arrolladora, en una elección que se esperaba reñida.