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  • Eduardo Rosado Fernández de Castro

sábado, 21 de marzo de 2020

Carl Fuerstenberg (1850-1933) reconocido banquero alemán señaló: “los accionistas son estúpidos e impertinentes: estúpidos porque compran acciones e impertinentes porque esperan un retorno”.

Quienes aportan capital como accionistas lo hacen a riesgo pues no hay compromiso alguno de las compañías sobre el dinero recibido; de hecho, al liquidarse una sociedad, en la distribución del remanente social, los accionistas son últimos en el orden de prelación de créditos.

Ahora bien, la regulación, las previsiones estatutarias, las mejores prácticas de buen gobierno corporativo - especialmente éstas - han contribuido a generar confianza en los inversionistas, particularmente en los institucionales quienes monitorean el mercado para colocar los recursos que manejan en las empresas que destaquen en la buena administración.

¿Pero qué ocurre en relación con los emprendimientos?

Empezaremos por decir que, generalmente, nacen de manera desordenada, más guiados por el ímpetu que le imprimen los emprendedores, y van aplazando la construcción de sólidos cimientos sobre los cuales deben soportarse las estructuras del negocio. Han copiado unos estatutos de terceros que no los ayudarán a enfrentar inevitables problemáticas. Temas como la toma de ciertas decisiones relevantes, los bloqueos, la remuneración del emprendedor, la vinculación de familiares, la resolución de controversias a través de mecanismos distintos a un Tribunal de Arbitramento (etapa en la que la relación está comprometida), las opciones de transferencia (tag along/drag along) más allá del reconocimiento de derechos de preferencia, la sucesión en los cargos y tantos otros aspectos son totalmente relegados al carecer, por ejemplo, de buenos acuerdos de accionistas.

¿Cómo volverse atractivos a inversionistas?

Se requieren buenas y claras reglas de juego que le permitan a los emprendedores navegar sin obstáculos y, de presentarse los mismos, poder superarlos de la forma menos traumática posible. Esa claridad en las reglas propicia un orden que, combinado con una buena dosis de autorregulación y convicción en mejores prácticas, se constituye en garantía de seriedad y de cumplimiento. Solo así las prevenciones de los inversionistas se logran disipar pues pueden establecer con mayor grado de certeza que existen procedimientos transparentes y efectivos para el logro de los objetivos que persiguen con su inversión.

¿Cómo estructurar un esquema de gobierno que transmita confianza?

Se recomienda una instancia independiente de acompañamiento a la administración - una especie de sounding board o Comité Asesor - con miembros que cuenten con las competencias y el perfil adecuado, así la ecuación estaría a punto de completarse. Solo que, en una etapa inicial, para poder atraer a estos talentos, es recomendable quitarles el pesado fardo de las responsabilidades de un administrador, de ahí que la figura de asesores surja como una alternativa transitoria mientras se pone orden a la compañía.

El camino del emprendimiento no es fácil, pero se hace aún más difícil cuando no se construye con el orden requerido. La adopción de buenas prácticas de gobierno corporativo allana dicho camino, propician reconocimiento en los grupos de interés y propugnan por la sostenibilidad del negocio.

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