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OPINIÓN

Pocos avances a pesar de las cumbres

10 de junio de 2014

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De un lado, en América, se desarrolló el 44º periodo de sesiones ordinarias de la Asamblea General de la OEA, del otro, en Europa, la Cumbre del G-8 (que fue del G-7, dado el aislamiento del que ha sido víctima Vladimir Putin y su gobierno). En ambas reuniones se tocaron puntos neurálgicos, pero se avanzó poco en procura de soluciones reales.

En Luque, cerca de Asunción, se desarrollaron las sesiones de la 44ª Asamblea General de la OEA. En ella convergieron los líderes y representantes diplomáticos de los 34 países que tienen participación directa en la organización. No obstante, y tal como se ha hecho común, afloraron los antagonismos que evitan el logro de consensos. Desde varios días atrás se registraron dos temas que llamarían la atención de los presentes, aunque no fueran parte de la agenda formal: la reforma de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) y la crisis venezolana.

El primero de los temas tuvo su origen en un borrador de resolución expuesto por Ecuador y procuró irse directamente contra la Cidh, cuestionando su sede original y los recursos con que opera. Y aunque desde Unasur se hizo expresa mención al gobierno ecuatoriano para que bajara la intensidad de sus reclamos y diera, quizá, un giro más diplomático a la propuesta, esto no evitó que ese país, y las demás naciones adscritas al Alba y a los radicalizados postulados socialistas de la región, se situaran en contra de Washington y los defensores del actual statu quo.

El tema venezolano, que tímidamente se intentó abordar, quedó desvanecido ante las demandas de diversos gobiernos frente a otras temáticas que merecieron su atención. 

Al final, la asamblea solicitó al Reino Unido una posición de diálogo con Argentina (por el tema de las Falkland), insistió en la participación de Cuba en la VII Cumbre de las Américas que se realizará en Panamá y, sin formular medidas concretas, propuso la generación de más políticas públicas favorecedores del fortalecimiento de los derechos humanos.

De otro lado, en Bruselas (Bélgica) se reunieron los miembros del G-7 (USA, Francia, Reino Unido, Italia, Alemania, Japón y Canadá), con una agenda orientada a temas coyunturales de la economía internacional y crisis energética. No obstante esas prioridades, el grupo sesionó todo el tiempo en función de un asunto neurálgico: la relación entre Rusia (a quien se excluyó del grupo por primera vez en 16 años) y Ucrania. Las tensiones, sinsabores y malestares con el desempeño ruso frente al país europeo colmaron todas las conversaciones y, al final, las decisiones se fueron en esa dirección.

El G-7 en pleno apoya al actual gobierno de Ucrania, liderado por el presidente Poroshenko. 

Luego de su reunión, hizo la solicitud expresa a Rusia de retirar por completo sus tropas, cesar el flujo de armas y hombres, y reconocer los resultados electorales del 25 de mayo. 

También las tensiones entre rusos y ucranianos se llevaron al escenario de la conmemoración del día D, en Francia, donde coincidieron los líderes de estas naciones.

A pesar de los resultados alcanzados en estas cumbres, no hubo sanción alguna ni posición de exigencia frente a ningún Estado o gobernante. De nuevo las reuniones internacionales de este tipo demuestran ser improductivas para solucionar los problemas estructurales que aquejan al sistema internacional.

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