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martes, 22 de agosto de 2017

Una gran preocupación hay en el país por el crecimiento desmedido del deterioro ambiental. El Ideam informó que la deforestación aumentó 44% respecto al año anterior, lo que significa la pérdida de 178.597 hectáreas de bosque. Ahora bien, 95% de la tala de bosque está concentrada en tan solo 30 municipios y 60,2% corresponde a la región del Amazonas, el pulmón de nuestro país y del continente latinoamericano. Cabe preguntarse ¿por qué ocurre esto? Se habla de fenómenos como la praderización para la ganadería, los cultivos ilícitos, la extracción ilícita de minerales y los incendios forestales, como causas inmediatas. Sin embargo, hay un trasfondo bien importante y es la falta de educación ambiental y el enfoque limitado de la legislación.

Si uno revisa las actividades que están sometidas a licenciamiento ambiental, por ejemplo, son realmente muy pocas, seis o siete, de las cuales cuatro son del sector minero-energético. Todas las demás actividades humanas y económicas, no tienen que someterse a la vigilancia y control de las autoridades competentes, desde la perspectiva ambiental. De acuerdo con la legislación vigente, el uso y aprovechamiento de los recursos naturales renovables requiere de la obtención de permisos y concesiones, pero la gran mayoría de las personas en el país, desconocen la existencia de esas normas.

Es muy bajo el número de ciudadanos que solicitan una concesión de aguas, un permiso de vertimientos o de aprovechamiento forestal.

Adicionalmente, el hecho de no considerar la naturaleza como un sistema, de no analizar cómo la tala de especies forestales incide en la oferta de otros servicios ambientales, afecta el entorno natural. Hoy hablamos con mucha propiedad y como si fuera algo novedoso, del calentamiento global, pero leyendo por estos días una biografía de Alexander Von Humboldt, pude constatar que un personaje que vivió en el siglo XVIII ya había alertado sobre la destrucción de la naturaleza y sus terribles efectos. Así mismo, del por qué la naturaleza debe entenderse como un todo, incluyendo allí los minerales, que hacen parte de ella. Ya para entonces, Humboldt cuestionaba las ideas de su tiempo, según las cuales la naturaleza podía perfeccionarse por el hombre, limpiando de bosque y malezas la horrible tierra salvaje, para cambiarla por paisajes agradables y productivos. Han pasado mas de 200 años y todavía hay quienes piensan que se deben provocar incendios y talarse árboles para tener más tierra para la labranza. Esa así como la ausencia de conciencia ambiental, el deseo de conservar las fuentes hídricas pero sin saber cómo, ha permitido que se avance hasta un punto que parece sin regreso. Así mismo, la manipulación de la información por parte de seudo-ambientalistas, motiva que las comunidades alarmadas, busquen una causa común por la conservación, pero sin tener presente que las razones del deterioro ambiental, pueden estar en su comportamiento diario y no en causas exógenas o en proyectos que aún no han comenzado.

Vale la pena entonces, invertir en la educación de los ciudadanos para que entiendan cómo a partir de la modificación de hábitos diarios, pueden contribuir con la anhelada conservación ambiental. Igualmente, pensar en ampliar el ámbito de aplicación de las normas, de manera que no solo sean seis o siete actividades las que evalúen sus impactos y diseñen las medidas de manejo, mitigación y compensación correspondientes, sino que sean cada vez más las que lo hagan además de permitir un mayor y mejor análisis, por parte de las autoridades competentes, sobre el estado de los recursos y lo que se requiere para su mantenimiento y conservación.