Los conflictos en el comercio internacional han preocupado a todos, por las implicaciones de orden económico. Eso es relevante y no pretendo minimizarlo. Sin embargo, para quienes tenemos la lupa en los temas ambientales, existe además un comportamiento inaceptable que es el dumping ambiental.
Los países que, como Colombia, han venido haciendo esfuerzos para mejorar su desempeño en materia de sostenibilidad de sus industrias, no ven con buenos ojos que otros países obtengan los mercados, con base en precios bajos que son resultado de, entre otras cosas, malos desempeños en el control de sus impactos sobre el medio ambiente y/o en la producción de residuos no gestionados adecuadamente.
El manejo, control y evitación de los impactos ambientales requiere de una internalización de los costos ambientales. Los fabricantes deben incorporar las medidas, y hacer los cambios tendientes a la reconversión de sus instalaciones, así como capacitar su personal, para cumplir con la normativa vigente de su país, que además atiende los compromisos adquiridos con la comunidad internacional. Eso pasa actualmente en Colombia, donde la industria ha avanzado mucho en estos aspectos.
Gracias a ello, se ha invertido tiempo y dinero en lograr productos amables con el medio ambiente, así como en la educación del consumidor hacia una compra inteligente y responsable. Sin embargo, en tiempos de crisis, habrá una tendencia natural del consumidor a la disminución de costos y a querer comprar barato. Eso deja a las industrias y a los países, con unos compromisos por cumplir y sin unos mercados a quién venderle. Es por ello que los expertos denominan esto como prácticas depredatorias, porque tienden a eliminar al competidor.
El hecho de que el derecho internacional ambiental no sea aplicable a todos los países por igual facilita que haya este tipo de comportamientos. Pierde con ello el avance que buscan los Estados en mejoramiento de las condiciones del ambiente, el trabajo en materia de inversiones y regeneración ambiental que se hace desde el sector privado, y la conciencia ambiental del ciudadano. Son pasos hacia atrás que serán difíciles de recuperar hacia adelante y en la senda correcta.
La cosa es aún más grave cuando se trata de los residuos y su gestión. El descuido en este ámbito puede amenazar no sólo el territorio del país que falla en su gestión, sino al planeta en general. No resistimos más afectaciones a las fuentes hídricas, al océano, al suelo y al aire. Entonces si los países como Colombia podemos, los más grandes y que dominan el comercio internacional, sí que pueden. No es de recibo decir que son compromisos para países desarrollados. Todos ponemos.
Por tanto, en la imposición de derechos antidumping o aranceles compensatorios se deben considerar no sólo los subsidios a los medios de producción que otorgan los países competidores, sino sus bajos estándares en materia ambiental. Eso implica conocer al otro, saber qué dicen sus regulaciones ambientales y qué tanto sus autoridades las hacen cumplir, aun cuando hay secretos a voces, o como diríamos los abogados, graves indicios que, confirmados como pruebas, pueden justificar la adopción de medidas de protección.
Proteger a los empresarios nacionales frente al dumping ambiental, es reconocerles sus esfuerzos por cumplir con la normativa ambiental y su progreso en sostenibilidad. Hay también un mensaje e invitación al consumidor de comprar nacional.
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