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lunes, 12 de mayo de 2014

El mensaje desde arriba, dicen los rumores, es a organizarse para que sean reconocidos y además puedan generar amenazas creíbles. Una vez más se evidencia que somos ante todo un país de grupos de interés lleno de mercados oligopólicos. 

Ojalá los campesinos buscaran mayor desarrollo rural para nuestro campo; este necesita líderes que definan grandes temas sin resolver todavía la dicotomía entre darle el protagonismo de este desarrollo a los grandes terratenientes o dárselo a los pequeños agricultores. Pareciera que algunas propuestas de los últimos meses dieran prioridad a las poderosas empresas agrícolas y a sus grandes extensiones de tierra en el desarrollo de nuestro campo, aunque el paro nacional agropecuario demuestra que los pequeños propietarios de tierras no cederán tan fácilmente dicho protagonismo. 

El debate económico en la literatura especializada está también abierto. Profesores como Paul Collier, abogan por una estrategia complementaria que explote tanto las economías a escala de los grandes agricultores como las eficiencias en el uso de la tierra bajo mercados imperfectos de los pequeños propietarios. Para ello, utiliza evidencia encontrada en varios países africanos, aún cuando las condiciones particulares de Colombia deberían generar un prisma más crítico sobre esta argumentación. 

Por otro lado, académicos como Albert Berry, defienden su argumentación basada en darle una mayor importancia al pequeño cultivador pues es este quien en un contexto de eficiencia más amplia que la puramente económica genera, no solo mayores niveles de empleo, sino un mayor bienestar en la sociedad, dadas las características propias de nuestro país con un sector rural, no solamente poco productivo con muchas imperfecciones de mercados, sino también el escenario de muchos años de conflicto que ha generado desplazamiento y altos niveles de riesgo a sus pobladores. 

Quienes creen que solo a través de los grandes agricultores se crearán los niveles de productividad adecuados para subir los ingresos de los campesinos argumentan que son ellos quienes explotando su tamaño pueden ahorrar en costos de comercialización, financiación, administración y logística. Asimismo, parten del supuesto que la gran cantidad de pequeños agricultores en el campo es la razón de su pobreza y que cuando los mercados funcionen correctamente la migración campo - ciudad hará que los ingresos en el entorno rural mejoren y con ello se incremente su desarrollo. 

Nada más equivocado que esto. Primero, no queremos en Colombia más migración del campo a la ciudad sino todo lo contrario, descongestionar las ciudades y hacer retornar al campo a quienes por muchas generaciones anteriores allí vivían. Para esto necesitaremos políticas agropecuarias que generen mayor  productividad laboral y un mayor empleo. Son los pequeños cultivadores, y no los grandes agricultores, quienes pueden generar mayor empleo con su producción diversificada, al producir más por hectárea (llamada en la literatura relación inversa de productividad de la tierra). Es indispensable, además, que la política se encamine hacia los pequeños cultivadores. 

Ahora bien, sus productos deben tener la posibilidad de ser comercializados a bajos costos y estos cultivadores deben tener mayores facilidades de financiamiento, razón por la cual el gobierno debería encaminar sus esfuerzos a resolver estos problemas. 

En este sentido, el paro nacional agropecuario de estos días debería ser visto como una oportunidad para que el Presidente Santos y su Ministro de Agricultura asuman una estrategia de largo plazo hacia los campesinos y les de el protagonismo que necesitan, no en la mermelada, sino para apropiarlos de su propio futuro y que ellos mismos definan el camino que los lleve al tan anhelado desarrollo rural que necesita Colombia.

En conclusión, la solución a este paro nacional agropecuario no son las prebendas sino una buena y eficaz gerencia, de lo que poco saben Santos y Lizarralde.