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lunes, 31 de enero de 2022

A veces se me agotan los temas para una columna semanal de derecho y deporte. Afortunadamente el fútbol, mas específicamente el sudamericano, me da temas permanentemente para analizar, a veces aplaudir y, las más de las veces, criticar. El pasado jueves, en la fecha de eliminatorias para el desafortunado mundial de Qatar, ocurrieron dos eventos.

El primer tema es en el partido que se jugó en Calama entre Chile y Argentina y el olvido por parte de un juez de línea, o de la organización del banderín con el que tiene que señalar sus decisiones. No puedo creer que en un partido de semejante importancia ocurra tal situación. Haciendo un paralelo, es como si a un abogado se le olvida la tarjeta profesional para una audiencia, eso no puede ocurrir.

En defensa del despistado se puede decir que, al final, se solucionó de manera adecuada y si se quiere creativa el problema y que no dejó de ser una anécdota pero, repito, esto no puede ocurrir. Es la organización del partido, en este caso Conmebol, la encargada de proveer estos materiales y sobre todo de llevarlos al lugar del partido; todo parece indicar que algún dirigente despistado, más preocupado por asuntos ajenos al fútbol, omitió llevar este sencillo elemento.

Ese detalle es el reflejo de mucho de lo que ocurre en el fútbol sudamericano; mucha improvisación y al final todo queda en historias simpáticas.

El fútbol del continente es pobre, de dinero y de sensatez, los árbitros no son profesionales y deben tener un empleo que les permita subsistir en el evento de no ser llamados a dirigir un partido, y aún si tiene la fortuna, por amistades y conocimientos, con eso solo no pueden vivir. Las consecuencias de esta pauperización son evidentes, árbitros de mala calidad que tienen poco tiempo para estudiar y actualizar conocimientos y que dirigen partidos desastrosos.

Adicionalmente, la tentación de recibir sumas de dinero por amañar un partido es mayor que la de un juez bien remunerado (a título de ejemplo, en España un árbitro se gana al mes alrededor de 12.000 euros más lo que recibe por partido dirigido). Repito, se trata de un detalle que no tuvo mayores consecuencias pero que es el reflejo de algo de mayor trascendencia.

En otro partido, Brasil contra Ecuador, el árbitro colombiano Wilmar Roldán utilizó de manera permanente el VAR y parecería que gracias a ese recurso el partido terminó sin mayores errores arbitrales. Expulsiones que no eran, penales que tampoco y, en general, muchas decisiones modificadas luego de revisar el video. Hay varias opiniones al respecto; la primera es que fue un muy mal arbitraje pues el arbitro cambió permanentemente sus decisiones iniciales; lógicamente hay opiniones contrarias.

Personalmente considero que el VAR está para ser utilizado; la velocidad de juego hace que muchas veces el árbitro no alcance a tener claridad de una jugada. Adicionalmente hay tomas diferentes a las de las transmisiones de televisión que ayudan bastante a tomar la decisión correcta.

No estamos acostumbrados a que un árbitro cambie de opinión y muchas veces, a pesar de lo evidente del error, nada cambia. Por lo importante del partido, es de celebrar esta situación.

Desde hace mucho tiempo, antes del Fifagate y la detención de la mayoría de los dirigentes sudamericanos, se hace evidente que la Conmebol debe mejorar; el fútbol sudamericano atraviesa por una crisis que no solo es económica y que requiere cambios profundos. Los árbitros y la dirección de los partidos son apenas uno de los aspectos a mejorar.