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martes, 6 de noviembre de 2018

No hace mucho vi un video en el que Roger Federer, a sabiendas de que perdería el punto que se le había otorgado, le dice a su rival que solicite la revisión (ojo de águila); por cercanía el suizo sabía que la bola había sido buena. El jugador le hizo caso a Federer y claro, ganó un punto que se lo habían dado por malo. Los aplausos fueron para Federer. Eso es buena fe.

Pasando a otro tema, llama la atención las declaraciones del técnico de River Plate que luego de clasificar a la final de la Copa Libertadores admitió haber infringido el reglamento y sin vergüenza afirmó que estaba incumpliendo la sanción, pero que “sus jugadores lo necesitaban”.

El técnico estaba suspendido y acá viene el quid del problema, ¿qué significa la suspensión del director técnico? Si se mira el tema con los jugadores es claro, jugador suspendido no puede jugar. No se puede interpretar que si se expulsa a un arquero este no podrá tapar, pero sí jugar de volante o jugar incómodo, digamos con unos guayos que le queden chicos, no, NO PUEDE JUGAR. Con el técnico no es así, cuando se sanciona y se suspende a un técnico, este puede seguir participando de sus trabajos como técnico, incómodo, pero sigue dirigiendo, está en el camerino antes del partido y en el medio tiempo. Dirige incomodo, pero dirige, antes era a gritos desde la tribuna, o mediante papelitos que pasaba al que lo estaba reemplazando, ahora se utiliza la tecnología, celulares hacen parte del arsenal que los técnicos utilizan para dirigir cuando no pueden hacerlo.

Esto es burlar la norma, los argentinos, que consideran la picardía como un ingrediente indispensable del fútbol, bueno al menos de su fútbol, celebran esta actuación con el desafortunado argumento de que el fútbol es para los vivos, no por nada su mayor héroe deportivo se ufana de haber hecho un gol con la mano.

Si un jugador expulsado juega un partido en el que está sancionado, su equipo pierde el partido, pasó en este mismo torneo cuando Santos de Brasil alineó a un jugador que debía una fecha por una tarjeta roja de hace poco más de tres años, la Comisión Disciplinaria de la Conmebol sanciono a los brasileños y dio por perdido el partido de Santos a pesar de la ira y las amenazas de sus dirigentes.

No sabemos todavía que va a pasar, pero si en la Conmebol hay algo de coherencia se le debería dar por perdido el partido al equipo argentino. Decir que atenta contra el derecho al trabajo es falaz, nadie le ha impedido a Gallardo trabajar, como si se le hizo en su momento a Suárez luego del mordisco a Chiellini, acá simplemente se le indicó que no podía dirigir el partido, no se le sugirió o se le pidió el favor, no, estaba sancionado y no podía dirigir.

La Uefa ha solucionado este problema, ubica al técnico sancionado en un palco, vigilado, sin aparatos electrónicos que permitan la comunicación con el exterior y lo invita durante 90+15 minutos a ver el partido como un espectador más, haciendo efectiva la sanción.

Los reglamentos se deben cumplir de buena fe y esa es una brecha cada vez más amplia entre nuestro fútbol sudamericano y el resto. Camerinos sin agua, jugadores que como Neymar fingen para engañar al árbitro son conductas permitidas o al menos toleradas en Sudamérica y solo sirven para ponernos en evidencia cada vez que en el mundial los europeos nos pasan por encima por fútbol y organización. Es el momento de volver al fútbol de buena fe, a cumplir los reglamentos y no a esquivarlos con gambetas que lo ensucian.