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lunes, 4 de diciembre de 2017

Luis Bedoya, inhabilitado de por vida para realizar actividades relacionadas con el fútbol organizado, indicó que “el ambiente del fútbol se presta para los sobornos”, es decir, según este señor, es prácticamente imposible no sucumbir a la tentación de hacer dinero fácil en el fútbol, afirmación que deja muy mal parados a todos los que participamos de esta actividad como algo más que espectadores. No es cierta esta afirmación que pretende justificarlo; hay infinidad de personas que día a día trabajan en el fútbol organizado sin necesidad de recibir, ofrecer o dar coimas. Distinto es que tanto Bedoya, como el resto de dirigentes del fútbol sudamericano que están en la cárcel o en procesos penales en Estados Unidos hayan creado un entorno sin controles que les permitía a ellos, no a todo el mundo, sobornar, ofrecer, pedir y recibir cantidades enormes de dinero. Tan poderoso se sentía Bedoya que en una premiación de Copa Libertadores, intentó, delante de todas las cámaras, guardarse una medalla sin que al final pasara nada.

Uno de los grandes argumentos para no controlar al fútbol es que “es empresa privada” y por lo tanto nada ni nadie podía llegar a controlar la actividad y mucho menos la de sus dirigentes. Como si los bancos, empresas privadas por excelencia, no tuvieran infinidad de controles y sus altos ejecutivos no tuvieran que rendir cuentas prácticamente de manera diaria. El otro argumento mucho más complejo es la amenaza que se tiene de desafiliación de Fifa en el evento de llegar a intervenir o investigar cualquier actividad aún con características de ilícita relacionada con el fútbol o sus dirigentes.

No existen controles efectivos para el fútbol porque nunca se han preocupado por implementarlos, o al menos en la época de Bedoya; la autorregulación era nula y la idea que tenían todos los que llegaban a ser presidentes de una asociación nacional era manejar el fútbol de su país como lo hacía el señor Grondona, sin ningún tipo de control y de manera mafiosa. Siempre me resultó curioso que las grandes decisiones siempre fueron por unanimidad, nunca hubo oposición nunca una pregunta, todo perfecto. Cuando se maneja una organización por favores, es imposible llevar la contraria, quien tiene el más mínimo atisbo de contradictor será borrado de la lista de favorecidos con cargos, viajes o cualquier otra prebenda, o peor sufrirá retaliaciones de toda índole dentro del fútbol. En favor de Bedoya hay que decir que no fue él quien creó ese entramado, desde Zúrich se manejaba todo así, y acá simplemente se copió una organización sin controles y por su puesto, sin ley.

Hay que sacar la organización del fútbol de la oscuridad que se inventaron aquellos que están siendo investigados. No puede ser que no se sepa nada de las actividades realizadas por estas personas. Los negocios que afectan al fútbol organizado en general, no solo a sus bolsillos, deben ser al menos presentados de manera transparente, venta de boletas, patrocinios, edificaciones, deberían ser vigiladas por alguien que efectivamente los controle. Y mientras no haya intención de hacerlo seguirán apareciendo autoridades que con o sin razón metan las narices donde ellos (los dirigentes) consideran no deben meterlas. El último caso fue el de las boletas de los partidos de la eliminatoria y que la Superintendencia de Industria de Industria y Comercio investigó. Ya clasificados al mundial, no sería interesante hacer una limpieza y sobre todo implementar mecanismos de control de arriba hacia abajo ahora si por el bien del fútbol.