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martes, 13 de junio de 2023

Todos los años, por esta época en la que empiezan a oírse los rumores de las transferencias. En Colombia y en el resto del mundo siempre van a aparecer dos o tres temas tópicos muy futboleros y totalmente absurdos.

Traidores, peseteros, mercenarios. Todo esto y más se les dice a los jugadores que, básicamente por temas económicos, deciden no contratar con tal club, o simplemente no renovar con el club con el que el contrato de trabajo terminó. Parece que existiera una obligación de los jugadores de guardar cierta fidelidad con sus empleadores. También se insulta a los dirigentes que “dejaron ir” a determinado jugador o que no aceptaron las condiciones de un supuesto ídolo.

Desde el punto de vista del jugador, es muy difícil que un futbolista renuncie a una suma importante de salario por el aparente cariño a un equipo, salvo contadísimas excepciones. Los jugadores son hinchas del equipo que les paga. Seguramente retirados volverán al equipo de sus amores pero mientras son profesionales y viven de jugar al fútbol, no hay tal amor. Más difícil es conservar esta fidelidad por un equipo cuando las diferencias de salarios entre Sudamérica y Europa son abismales. Un poco más trece mil euros puede ser el salario mínimo mensual que se paga en La Liga de España en un equipo de primera división, con contratos de más de tres años. Un jugador mediano puede triplicar esa suma sin que resulte un salario alto para el medio. Ni que decir de ligas más poderosas como la inglesa.

Con estos salarios, para los equipos en Sudamérica y por supuesto en Colombia es imposible competir. Es cierto que frente a la mayoría de los salarios en Colombia un jugador profesional de fútbol puede ganar mucho más dinero que la mayoría de los colombianos, no es menos cierto que sigue siendo muy poco frente a Europa, Estados Unidos o Brasil.

Del otro lado del contrato están los equipos, en Colombia o en general en Sudamérica con poco poder de negociación. Es por tanto importante que diseñen una política de manejo de jugadores de acuerdo con esta situación con la intención de salir de la mejor manera posible de los jugadores, desde el punto de vista meramente económico. De no hacerlo aparecerá el problema de siempre, se pretende renovar un jugador y este no quiere, o al menos no con las sumas que el club ofrece. Es en este momento donde el club apela al cariño o la fidelidad que un jugador debería tener con su empleador. Con falacias tales como lo mucho que se “invirtió”.

Mas incoherente me parece esta situación cuando es el jugador que les ruega que le renueven el contrato pues no consigue club, en ese caso no hay fidelidad ni amor por el jugador, simplemente se trata de un futbolista que no está en los planes del equipo y que por lo tanto se puede marchar.

Me resulta siempre antipática la mala prensa a la que rápidamente son sometidos los jugadores que no siguen con determinado club y más aún cuando se van a jugar a un club rival. Los únicos que sienten, o sentimos cariño por los clubes somos los seguidores, unos mas apasionados que otros. Los dirigentes deben entender que esa no es una motivación para un jugador y que por lo tanto quien mas ofrezca mas posibilidades tiene de contratar una figura. Poquísimos son los jugadores de un solo club, supongo que lo fueron mas por el salario que recibían (Giggs y Maldini, por ejemplo) que simplemente por el cariño al escudo.

No para todos el fútbol es un negocio, pero para clubes lo es y para los jugadores es su trabajo, que entre otras cosas, dura muy poco.