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lunes, 24 de abril de 2023

Seguramente y casi con el mismo título ya he escrito sobre el tema, las barras bravas, los energúmenos o simplemente unos delincuentes que se ponen una camiseta con el escudo de un equipo de fútbol y se creen intocables. Dos incidentes realmente delicados ocurrieron en Manizales y Medellín la semana pasada con sin que, afortunadamente, haya heridos graves o muertos. La historia de estos desadaptados, o mejor, el prontuario es importante.

Una mala práctica importada desde Argentina que modificó para estos imbéciles hasta la forma de decir groserías. Pretenden hablar como argentinos pero no pasan de ser unos dichos cantinflescos que ruborizarían a futboleros tan interesantes y divertidos como Fontanarrosa o Les Luthiers.

La historia tiene torpezas como la cometida hasta hace poco tiempo por Atlético Nacional que prefirió convivir con estos tipos y pagar por la tranquilidad, que sacarlos de su entorno. Atlético Nacional no es el único que ha optado por estas prácticas.

Su actuar delincuencial es permanente, en Bogotá decidieron sacar a un menor del estadio porque un jugador del “otro equipo” le regaló una camiseta. En Cali entran a la cancha impunemente, en Manizales apedrean el bus del Once Caldas y tiran bolsas con algún líquido rojo, al final no dejan que el partido termine. El más delicado ocurrió en Medellín donde estos delincuentes decidieron acabar con el estadio pues Nacional decidió, finalmente, apartarse de ellos.

No se entendía como la barra brava de Nacional hacía parte de la logística del estadio, que además cobraba por cuidar a la hinchada visitante, recibía boletas y vendía mercancía oficial. Lógicamente lo que mal empieza, mal acaba. Llama la atención como autoridades municipales apoyan tranquilamente a quien casi acaba con el estadio.

La discusión es tonta, no creo que estos tipos sean algo que mejore el espectáculo y dudo que sean un factor importante para el equipo que supuestamente es alentado.

Un ejercicio sencillo de aritmética me dice que 100 de estos delincuentes pagan la boleta más barata, si es que no se cuelan y le cuestan al organizador del evento mucho en seguridad, pólizas y los destrozos que causan, aparte de las boletas no vendidas para otras tribunas pues a la gente normal le da pavor encontrarse con la barra brava. 100 familias con uno o dos hijos le representan al club local boletas, algo de comer y muy pocos costos asociados, hacen caso y no dañan nada. ¿Vale la pena sacrificar a 300 buenas personas por 100 energúmenos?

A las cosas por su nombre, no es “barrismo social” y no van a “alentar” son delincuentes, energúmenos o barras bravas que van a cometer desmanes o simplemente a delinquir en nombre de un equipo de fútbol que nada tiene que ver con ellos. Programas como goles en paz y similares nunca lograron domar a estas bestias. Me llama la atención los pocos detenidos en Manizales y Medellín, ¿no se puede tocar a esos angelitos?

Soy de la teoría de cero tolerancia, sacar a esta plaga de los estadios mejoraría muchísimo el pobre espectáculo que ofrece un estadio colombiano y le permitiría a los clubes mejorar sus ingresos o al menos disminuir los costos de cuidar a estos salvajes; finalmente permitiría implementar políticas de seguridad y comodidad en los estadios para invitar a aquellos que dejaron de ir por susto con las barras bravas y ofrecer algo en las tribunas.

En argentina, recuerda el actor Matt Damon, a un partido de fútbol no se puede ir con mujeres o niños. ¿es eso lo que quieren nuestros equipos?