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lunes, 8 de noviembre de 2021

El fútbol y especialmente los temas jurídicos se mueven por impulsos, lo que resulta especialmente sencillo en cualquier otro ámbito en el fútbol es complejo. Hace poco tiempo Álvaro Montero, arquero que algunas veces se ha asomado a la selección Colombia mayores decidió firmar contrato de trabajo con Millonarios sin que su vínculo laboral con el Deportes Tolima hubiera finalizado.

Desde el punto de vista jurídico laboral es perfectamente válido cambiar de empleo en cualquier momento, en el caso de Montero, firmó contrato de trabajo que empezaría en enero, una vez concluido el del Tolima. Frente a los reglamentos del fútbol tampoco hizo nada inadecuado, dicen estos ordenamientos que un jugador puede firmar libremente contrato de trabajo con un nuevo equipo aún seis meses antes de finalizar su contrato vigente. No quiere decir que termina de manera anticipada el contrato, simplemente cambia de equipo empleador. Esto ocurrió hace algún tiempo con David Beckham cuando decidió no renovar con el Real Madrid e informar a la prensa que se iría a Los Ángeles Galaxy. En ambos casos los dirigentes de los clubes recibieron de mala manera la decisión de “sus” jugadores se habló de malas decisiones, jugadores mal asesorados e inclusive de traición.

La realidad es bien distinta del otro lado, si un club decide no renovar el contrato de trabajo con un jugador se toma como una decisión deportiva en la que el jugador en cuestión no estaba en los planes del cuerpo técnico y el deportista tendrá que buscarse la vida. Hemos visto como sin el mayor rubor mediante una llamada corta se le dice a grandes jugadores como a Luis Suarez que el club no lo necesita.

Hay algunos comentarios frente a la situación a la que se enfrentaría Montero si llegase a jugar, como arquero del Tolima, contra Millonarios su futuro empleador. Personalmente me parece una discusión anodina, si el jugador es profesional, y de esto ha dado grandes muestras Montero, jugará para ganar. Hay situaciones similares, con jugadores prestados que jugando en contra de su club cedente han causado derrotas estrepitosas, me acuerdo de Fernando Morientes cedido al Mónaco que marcó dos goles contra Real Madrid y lo eliminó de Champions League.

El Tolima, ofendido decidió dar por terminado el contrato y llegó a un acuerdo con Montero, no creo que por preservar la competición sino mas bien porque no se sentía gusto con quien no siguió con las prácticas generales de ese club.

Para evitar este tipo de situaciones donde los jugadores pueden causar daño a sus equipos de origen se inventaron las denominadas “clausulas de miedo” en las que se impide a los futbolistas jugar. Personalmente las considero ilegales, una injerencia indebida en la toma de decisiones de un club prohibidas expresamente por FIFA, sin embargo, se utilizan, al menos en España, con bastante frecuencia sobre todo el Real Madrid.

Los reglamentos permiten a los jugadores tomar decisiones que en algunas veces pueden ir en contravía de los intereses de sus clubes empleadores, esto ni está mal, ni es ilegal ni irreglamentario y no puede considerarse como ofensivo para el club. Es cierto que muchas instituciones añoran las épocas donde los jugadores no podían tomar decisiones como la de Montero, pero luego de más de 20 años de la decisión Bosman y de la sentencia C-320 de 1997 seguir pensando que los jugadores son de su propiedad y no pueden tomar decisiones independientes es al menos equivocado.

Es el momento de que los jugadores entiendan que son ellos la parte fuerte del contrato de trabajo e impongan condiciones.