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lunes, 4 de mayo de 2020

Suena raro una columna de derecho y deporte que empiece con una frase del grandísimo Joan Manuel Serrat. Pero todo tiene su explicación y va la mía. Los corredores somos personas especiales que le tenemos afecto a la calle, a salir a “medir cuadras” y durante este confinamiento nos quitaron tal vez lo que más nos gusta, correr.

Primero cerraron gimnasios y luego la posibilidad misma de correr; era lógico y no hay queja. Afortunadamente, en alguno de los muchísimos decretos expedidos en virtud de la Emergencia Económica Social y Ecológica se acordaron de aquellos “locos que corren” y nos permitieron entrenar bajo ciertas restricciones.

Sobra decir, y por eso empecé así esta columna, que rápidamente vía whatsapp todos los que nos gusta madrugar a correr nos enteramos de la medida, y el primer día parecíamos estudiantes de colegio al momento de terminar clases. Sonrisa de oreja a oreja y expectativas muchas, luego de casi un mes sin entrenar.

Hubo varios equívocos al momento de implementar la medida, como que las redes sociales de las autoridades no se pusieron de acuerdo, en las reglas básicas de desarrollo de esta actividad y que no se tenía claro si se podía entrenar todos los días o no por la restricción por sexo. Finalmente se aclaró que todos podemos entrenar cualquier día de 6 a 10 de la mañana.

Algunos medios de comunicación publicaron buenas infografías sobre la distancia adecuada entre corredor y corredor, parece que cuatro metros es la distancia mínima que se debe observar entre uno y otro.

La norma da otras instrucciones para realizar esta sencilla operación. La primera cosa que me llamó la atención era o es que no se puede entrenar, sino a máximo un kilómetro de la casa. No veo cómo se va a poder controlar esto, los relojes inteligentes que tenemos podrían ayudar, pero dudo que algún policía tenga la capacidad de multar a alguien por infringir esta disposición.

Se debe llevar agua, protector solar, toalla y tapabocas adecuado. Me parece que quien redactó tal artículo pocas veces ha corrido. Llevar protector solar no sirve de mucho y en general se utiliza antes de la carrera, tenerlo en el bolsillo resulta incómodo e inservible para lo que es útil. Toalla y agua están bien, algunos no los usamos pero, nuevamente, en aras a protegernos y proteger a los demás del contagio me parece adecuada.

Finalmente el tapabocas, es más difícil aún a 2.600 metros más cerca de las estrellas. No muchos cumplimos estrictamente con la norma, la realidad es que es tal la soledad de los corredores que, no veo la utilidad de este adminiculo en esta actividad. Todo lo anterior requiere autodisciplina, materia que los corredores practicamos de manera habitual por lo que el cumplimiento de la norma está garantizado.

Más me llamó la atención que los mensajeros en bicicleta y los mismos policías que hacían o intentan hacer cumplir las normas del confinamiento ignoran de manera permanente las órdenes.

De los domiciliarios que pude ver esperando al frente de un centro comercial en grupos de más de cinco personas y hablando alegremente, ninguno tenía tapabocas. Pero especialmente captaron mi atención los policías que detenían los carros. De cuatro que vi, apenas dos estaban usando tapabocas.

Las normas se hacen para cumplirse, aún para las autoridades y para aquellas actividades nimias como salir a correr, ojalá esto no se olvide en pro del bienestar general.