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viernes, 19 de enero de 2018

Si usted es de los que cree que “el gran colombiano” es un reconocimiento por el aporte de una gestión exitosa, déjeme decirle que más justificación tiene el maestro Maluma para llevar la gloriosa insignia del fundamento cultural de la historia mundial. Amigo lector, si hay alguien que merece el premio a la sumisión y el aguante, orden al “sexto mejor alcalde del planeta”, déjeme decirle: ¡ese es usted!

Pagar para sufrir, es una tendencia que se ha impuesto desde hace años en el país. A continuación un top 10 del kamasutra, fundamentando la tesis de sometimiento hacia el servicio de salud que acá padecemos:
El balancín: Ese que cada usuario tiene que hacer entre taquilla, eternas filas y turnos de triage para clasificar a una aspirina por “dolor en el colon”. ¿Se ha dado cuenta de que cualquier dictamen es “dolor en el colon”?

Los equilibristas: Esa posición que tienen que adoptar los pacientes en los pisos o camillas de urgencias para poder conciliar algo de sueño “tipo Gerlein” en la espera del universitario de turno, por lo general más creído que Abelardo, para que le digan que lo que padece es por culpa del pico viral, que por lo general tiene la técnica y científica explicación de: “pico viral”
Pierna arriba: Aquella práctica recurrente de tener que pedir aprobación, oiga pues: ¡APROBACIÓN!, a un examen médico para que se den cuenta de que lo que tiene fregado no es el colon.

El sometido: Ese que ni habiendo clasificado a pesar de recoger 2.769.801 firmas falsas para que le crean los gritos al llegar, le toca esperar tres horas porque su urgencia no es importante.

Contra la pared: Aquella fascinación con la que tiene que convivir el acompañante mientras ve a su ser querido cual hámster en laboratorio, velando por un turno para atenderle el malestar de colon infartado, el día que el único “gurú de colón infartado” no pudo estar.

La sorpresa: Darse cuenta de que existe el colon que paga prepagada, el que paga EPS, y el que paga Sisben. Y que los servicios, igual de malos todos; condicionen la vida de los pacientes según la capacidad adquisitiva de quien padezca la dolencia.

La cascada: Condición a la que muchas veces tienen que llegar los usuarios, victimas del desespero por las pasivas posiciones de algunos filtros del funcionario.

El misionero enrollado: El paciente que tiene que reincidir en urgencias con la misma dolencia y repetir todos los procesos de ingreso.
El repartidor: Condición natural del acompañante, al cual entre ventanillas le encuentran algunos trámites para embolatarlo mientras pasan las horas para recetar el acetaminofén del día.

Cara a cara: cuando el médico sale y le dice a los familiares que se habría podido hacer algo si el mal se hubiera detectado a tiempo.
Los colombianos tenemos cierta tendencia a exagerar las cosas y seguramente a usted le habrán contado problemas peores; lo trágico y frustrante es cuando la sociedad se acostumbra a tener que padecer algo puesto que las condiciones parecieran estar encaminadas a los atropellos.
Por supuesto que la mayoría de médicos son personas loables que representan decorosamente su sector, conozco a varios consagrados con su labor; pero mientras el sistema de salud esté diseñado como la mina captadora que estratifica las dolencias, se inventa procesos para ahorrarse intervenciones, y de alguna manera, compensa el valor del bono con el tratamiento que necesita cada paciente; todos los que nos vamos a enfermar, seguiremos pagando los costos coactivos de un maltrato necesario.