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jueves, 16 de diciembre de 2021

Suena a juego de palabras y no lo es. Empresas familiares, muchas. Algunos miembros de la familia a veces entienden las empresas familiares como una caja menor, y olvidan que, si son familias empresarias, todos deben empujar hacia el mismo lugar: la perdurabilidad de la empresa.

La empresa familiar es una parte de la familia empresaria, y no al revés. Pero esa empresa se cruza con la propiedad y con la familia misma.

En las muchas oportunidades que hemos tenido la posibilidad de hablar con familias, una de las preguntas que formularnos es: “¿ustedes se consideran una familia empresaria?”. Generalmente la respuesta es “no. No lo somos”. Esto, inclusive, a pesar de que algunos de los miembros de la familia trabajan en la empresa familiar, o reciben algún tipo de beneficio económico o similar.

Y es que ese cambio de paradigma; ese cambio de “empresa familiar” a “familia empresaria”, viene con un cambio de visión, que es resultado, justamente, de asimilar el lugar que le corresponde a la familia respecto a la empresa, y supone una toma de consciencia frente a la propiedad. De ahí nuestra insistencia en que esta diferenciación no es solo “semántica”.

Queremos dejar algunas preguntas para que, precisamente, podamos pasar de hablar de “empresas familiares” a “familias empresarias”:

¿Se cree que es imperativo que la empresa familiar sea entregado a los descendientes?

¿Se trata a la empresa familiar como a otro “hijo”? Es decir, ¿hace parte de la familia misma?

¿Las actividades, nuevos negocios, visión empresarial o cualquier otro tema de la empresa familiar son temas dentro de las conversaciones familiares?

¿Provienen muchas sugerencias para resolver temas de la empresa de la mesa del comedor familiar?

¿Deberían estar por encima los intereses económicos de la empresa por encima de los intereses económicos de los miembros de la familia? ¿son lo mismo?

¿Es importante para la empresa familiar que los miembros de la familia, independientemente de estar vinculados o no con la compañía, que se lleven bien y que los problemas se resuelvan solos?

¿Deberían existir en la empresa familiar distintas generaciones de la familia? Y si existiera, ¿deberían ser las de mayor edad las que tomen las decisiones importantes?

¿Está la lealtad familiar por encima de la lealtad con la empresa familiar? ¿Y al revés?

Las preguntas, que son solo des-orientadoras, tienen la intención de mostrar que, en efecto, es posible confundir a la “empresa” con la familia misma, o al contrario. Quienes fundaron las empresas familiares, seguramente, jamás esperaron llegar hasta un punto de tener que separar la propiedad, la empresa y la familia.

Es más, es probable que una persona que fundó una empresa familiar y tenga hijos menores, no esté preocupado por la sucesión ejecutiva o patrimonial pero, que no lo esté ahora, no significa que sea un asunto del que no deba preocuparse. Así, diferir en el tiempo una pregunta (¿cómo organizar el patrimonio familiar?) no es igual a eliminar una necesidad familiar (¡asimilarse como una familia empresaria!).

Desde la gestión del patrimonio familiar, que involucra, entre muchas otras herramientas, el gobierno corporativo, los protocolos de familia, y otro tipo de instrumentos, apuntan a la finalidad que se pudo haber pasado desapercibida y que fue marcada al principio de esta columna pero, que, sin duda, es solo una: perdurabilidad (de la empresa, de la familia, de la propiedad).

El primer paso: el cambio de paradigma, pasando de “empresa familiar” a “familia empresaria”.