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martes, 6 de septiembre de 2022

Quise ponerle como título a esta columna “Queridas familias”, pero ello daba a pensar que iba a hablar sobre la importancia de las familias – y sí que importan –, pero este mensaje, el de fondo, quiere advertir la importancia de planear más (y reaccionar menos).

Cuento algunas historias de las reacciones y problemas comunes en las familias (todas reales):

Nadie está exento de una enfermedad (ni de una pandemia).

Muchas familias entienden la necesidad de planear cuando ya no es tan fácil hacerlo. Es decir, cuando el papá o la mamá, propietarios de bienes, acciones o empresas, tienen algún problema de salud, las familias entienden que es el momento de evaluar relevos (temporales o permanentes) en la administración de los bienes o las empresas.

Pero también lleva a cuestionarse sobre la sucesión, que es uno de los temas difíciles de tocar en la familia. ¿Quiénes tendrán algún tipo de derecho sobre los bienes con el fallecimiento? ¿Cuánto puede llegar a costar tributariamente una sucesión? ¿Hay ingresos o algún recurso líquido para pagar lo que toque? Hay herramientas jurídicas para planear, organizar y proteger el patrimonio.

Los terceros intervinientes… ¿y si vislumbro un yerno o nuera con “iniciativa”?

Es uno de los asuntos más comunes cuando los hijos superan los 25 años. ¿Cómo organizar el patrimonio, las empresas, propiedades, o lo que sea que le importe a la familia, para hacer que esté resguardado de los “terceros intervinientes”?

Ahora, estos terceros no son solo los yernos o nueras con iniciativa. Hay mecanismos jurídicos para que el patrimonio esté resguardado, sin vulnerar derechos sucesorales o derechos de los acreedores. La planeación tiene límites, y esos límites son jurídicos – y morales –.

Un punto adicional: nadie está exento de la mala suerte. Es decir, nadie se salva de un mal negocio, de un accidente automovilístico, o, inclusive, de declarar mal algún impuesto. Pensar en los terceros intervinientes y que no sean deseados es importante, pues el patrimonio puede organizarse para que, sin quitarle los derechos a estos terceros, no tengan influencia directa en los bienes de las familias.

Las complejidades de las relaciones: Hijos fuera del matrimonio; hijos de matrimonios anteriores; entre otros.

Puede pasar en las familias que haya hijos de matrimonios anteriores o hijos fuera del matrimonio y, además de lo complejo que puede ser, siempre quedará la siguiente inquietud: ¿qué pasará con el nuevo matrimonio, o con los hijos fuera de ese matrimonio, cuando falte? ¿Habrá guerra entre ellos?

Nuevamente, hay herramientas para organizarlo. En cualquier escenario siempre será mejor que las reglas estén claras y preestablecidas.

El dolor inevitable. Demasiados impuestos.

¿Siente que la carga tributaria es excesiva? Independientemente de tener o no razón, ¿lo siente?

Esta es una de las preocupaciones habituales de las familias: el impacto tributario. Planear también supone verificar el estado de cumplimiento de las normas tributarias. Y, hay un asunto grueso acá: estamos en periodo de reforma tributaria. Es el momento de darle una mirada a estos asuntos.

Ojo: “planear tributariamente” no es bajar la carga en impuestos. Es pagar lo que corresponde; ni más, ni menos.

En las familias pasan muchas cosas, y planear, además de “saber aterrizar”, es dejar una visión y unas herramientas para que los miembros de la familia, en su complejidad, puedan tener reglas claras sobre qué pasa y qué hacer cuando alguien falte.

Esto es solo una pequeña parte de la punta del iceberg.