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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Son dos caras de la misma moneda. La posibilidad que tenemos hoy día de recopilar datos permite como nunca antes analizar y conocer a un conglomerado de individuos, pero también a cada uno de ellos, con un grado de certeza que aterra. Este nivel de invasión a la privacidad parece necesario actualmente por los beneficios que podría generar, pero al mismo tiempo también nos enfrenta a peligros, cuando la información recogida quede expuesta.

Los beneficios. La capacidad de recolectar información puede tener muchos beneficios frente a la política pública, la cual no debería quedar a merced del mecanismo de la encuesta que hoy parece obsoletos, poco fiable y demasiado subjetivos. El diagnóstico debe basarse en la mejor información disponible para tomar decisiones que correspondan a la enfermedad.

En España, por ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística (INE) tuvo la iniciativa de adquirir de los tres grandes operadores de telefonía sus sistemas para, a partir del movimiento que se puede trazar en tiempo real de los usuarios que portan tales aparatos, tratar de determinar los hábitos de las personas en días laborales y en días festivos.

Por supuesto, tal decisión no ha estado exenta de polémica y las partes (operadores de telefonía móvil y el propio Instituto Nacional de Estadística ) se han asegurado que la información a la cual tendría acceso el Instituto no le permitiría individualizar a los titulares de los aparatos monitoreados, pero se pretende con la información que se recolecte, tener una aproximación cierta de las costumbres de las personas para, a partir de ahí, tomar decisiones respecto del direccionamiento del transporte público sobre la base de las necesidades de desplazamiento de los individuos, las necesidades de seguridad policiaca donde hubiere más aglomeraciones y muchas otras decisiones que pueden derivarse a partir de los datos ciertos, comprobables y actuales recopilados.

Así mismo, la recolección de datos ha permitido que el comercio en línea pueda conocer mejor al consumidor individual y ofrecerle bienes novedosos ampliando sus posibilidades de elección, ahorro en costos por desplazamiento, ofertas y productos a la medida de la necesidad de cada usuario (Ocde /Challenge to consumer policy in the digital era/Tokushima 5-9 sept 2019).

Por supuesto, los riesgos que están derivados de la seguridad de los datos en manos inadecuadas o, por ejemplo, las violaciones a la intimidad y la manipulación de los grupos de personas, cuando estos fungen como consumidores, individuos políticos o religiosos debe ser una de las principales preocupaciones que existen hoy en día para las diferentes autoridades.

Se podría decir que los beneficios derivados de la posibilidad de agregar datos son indudables y entorpecer su desarrollo no parece una decisión adecuada, sin embargo, debemos de ser conscientes que los datos valen en su conjunto y solo algunos aspectos personales, cuando es posible identificar a los individuos o generar discriminación, deberían ser susceptibles de protección.
En este sentido, valdría la pena repensar la exigencia que existe de la necesidad de autorización previa para todo tipo de datos y todo tipo de usos.