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viernes, 28 de abril de 2023

La Inteligencia Artificial-IA no va a parar, ni tiene porque hacerlo. Sus límites sólo estarán en la mente de sus desarrolladores y en la regulación. Pero una buena regulación, y para eso, hay que hacer las cosas con tiempo.

La IA tiene injerencia en todas nuestras actividades ya que se nutre de la interacción que tenemos con nuestros dispositivos tecnológicos en la internet. Esto va desde el derecho a la intimidad, la libre expresión y las libertades religiosas hasta aspectos tan básicos como la seguridad personal, de ahí que es un tema para abordarlo desde muchas aristas para que cuando se decida intervenir, sea para proteger los derechos y libertades que tenemos como ciudadanos y, que a la vez, no obstaculicemos el desarrollo de estas herramientas que generan más beneficios que los riesgos que de ellas se pueden derivar.

El fenómeno del chatGPT tiene a todas las autoridades del mundo encargadas de la protección de datos personales, alarmadas. Italia a finales de marzo de este año decidió bloquear el chat, lo que despertó a las autoridades de Europa quienes han comenzado a recabar información respecto de cómo funciona la herramienta y las consecuencias que pudiera tener.

La administración del presidente Biden, también se encuentra preocupada. Incluso organizaciones de ese país han solicitado suspender el desarrollo de la plataforma mientras se conoce su alcance.

Existen sospechas de que a través de la plataforma se podría recoger en forma ilegal datos de los usuarios que la utilizan, a partir de las conversaciones que sostiene con esta, de la información de pagos de sus abonados y, por la aparente vulnerabilidad en sus mecanismos de protección contra posibles ataques.

Nuestra legislación se ha centrado en la protección de los datos personales basado en la necesidad de la autorización del titular, como mecanismo de soporte legal para la recolección y el tratamiento de los datos personales.

Sin embargo, hay muchísima información que se queda en la red que es recolectada por cualquiera que pueda, no es claro para qué se utiliza esa información y existen procesos de “machine learning” en donde se programa al algoritmo para que se retroalimente de la gran información que procesa, de manera tal que ni siquiera el mismo programador sabe a ciencia exacta hasta dónde puede llegar la herramienta. Ya va siendo hora que la regulación comience a mirar qué pasa con nuestros datos y toda la información que dejamos por ahí.

No esperemos, al mejor estilo colombiano, que se caiga el puente o que suceda la tragedia, para reaccionar de manera simplemente instintiva y visceral, que generalmente lleva a la prohibición o la obstaculización de las actividades que luego del hecho negativo, generan temor.

Sobre la IA estamos lejos de la última palabra, sus posibilidades parecen infinitas y aprovechar sus beneficios depende, en gran medida de una adecuada regulación, pero para ello, primero debemos conocer y entender el fenómeno, una cuestión que se logra con tiempo y ponderación.