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lunes, 24 de julio de 2023

El término “geopolítica” fue acuñado, a finales del siglo XIX, por el sueco Rudolf Kjellen quien describió a los estados como “sistemas orgánicos que florecen y decaen”

La geopolítica se ocupa, en esencia, de estudiar la relación entre territorio y poder, el papel de la geografía en los conflictos y la cooperación y la evolución de los fenómenos políticos y sociales, a nivel global, en relación con el territorio, entre otras materias.

Se trata de una disciplina intersectorial, y en extremo compleja. A grandes rasgos, se puede decir, que ella se concentra en examinar la forma como la geografía y los factores espaciales influyen en las relaciones internacionales y en la toma de decisiones políticas.

Históricamente ha existido un vínculo inescindible entre el contexto geopolítico y el comercio internacional.

Así, una de las causas de la Segunda Guerra Mundial fue la decisión de EE. UU. y del Reino Unido de proteger sus industrias y de otorgar beneficios comerciales, únicamente a los países con quienes tenían conexión política.

Estados Unidos promulgó la ley Smoot-Hawley, cuyo objetivo fue aumentar aranceles de un 15 a un 40 por ciento y los países europeos respondieron con aranceles más altos a las importaciones estadounidenses.
Esta situación incrementó notablemente el descontento y las tensiones comerciales y económicas entre esos países, lo que, sumado a otros factores como las severas reparaciones económicas y territoriales impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles y las políticas expansionistas de ese país, llevó a desencadenar la conflagración.

Pero, así como el comercio fue una de las causas de este conflicto, también es cierto que los esfuerzos realizados en las postrimerías de la segunda guerra llevaron a la creación del GATT, lo que contribuyó de manera notable a lograr y preservar la paz mundial.

El Brexit, fenómeno que obedeció exclusivamente a ímpetus nacionalistas y que implicó para el Reino Unido el aumento de su tasa de desempleo y una subida de la inflación, es, a su vez, un ejemplo de la forma cómo la política puede llevar a socavar las relaciones comerciales.

Otras manifestaciones de esta inevitable simbiosis, entre la geopolítica y las relaciones comerciales, es el proyecto de la ruta de la seda, acometido por la China, que le ha permitido, tomarse el control de importantes industrias y sectores estratégicos alrededor del mundo y las controvertidas salvaguardias impuestas por los EE. UU., en virtud de la sección 232 de su ley de expansión comercial, a las importaciones de acero y aluminio originarias de ese país asiático.

Ni que decir del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, que además de la terrible pérdida de vidas humanas, ha tenido efectos comerciales tan graves como el derivado del reciente bombardeo al puerto de Odessa que produjo la suspensión de todas las exportaciones de granos de ese país. Las consecuencias de este conflicto sobre la seguridad alimentaria en el mundo son de inusitada gravedad.

En la actualidad, las tensiones entre los diferentes regímenes políticos están marcando un regreso al proteccionismo, al comercio bilateral y a que el libre comercio circule entre bloques que se han conformado como resultado de la polarización entre los distintos sistemas.

Tal parece que la afinidad política, además de la uniformidad en los estándares ambientales y sociales, está primando, incluso, sobre la cercanía geográfica como factor determinante de los flujos de comercio.
Así que en un mundo cada vez más polarizado, la OMC tiene un reto colosal, como es el de velar por el libre comercio como mecanismo para preservar la paz mundial y el crecimiento económico.
En este contexto, esa organización es hoy más importante que nunca.