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martes, 5 de mayo de 2020

Es bastante probable que a muchos colombianos los tenga sin cuidado la suerte de los demás y seguramente no tendrán una particular propensión a cuidarse para así proteger a los otros. Pero en realidad lo que estamos viviendo es un reto a la evolución y, más concretamente, a la supervivencia: como especie y como individuos. El señor Darwin se pasea por el mundo entero. Y si se ven las cosas desde la perspectiva de la selección natural la consigna es muy sencilla y fácil de entender y aplicar: ¡¡¡sobrevivir!!!: la hoja de ruta nos la aportó, como era de esperar, nuestro amigo Darwin: “no es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio”. La referencia a las especies resulta igualmente válida para los individuos. Pero bueno, ¿qué significa “adaptarnos mejor” al cambio inmenso que nos está planteando el coronavirus?

La respuesta a esta pregunta cada cual la decidirá según –justamente- sus capacidades para la adaptación. En eso radica precisamente la selección de las especies. Al final del día la respuesta no es la política gubernamental –nacional o local-; no son las reflexiones y recomendaciones que generosamente se distribuyen por las redes sociales; es cada individuo en la forma como entiende el reto, el entorno y las alternativas, y la actitud asumida al respecto. De ahí que las multas y las investigaciones penales sean simplemente elementos que entran a hacer parte del cuadro general que cada individuo en su esfera debe considerar al momento de adoptar las decisiones personales frente al reto de la selección natural. Por supuesto que vistas las cosas como sociedad, nuestra adaptación supone acoger y aplicar juiciosamente dichas políticas y recomendaciones, pero las decisiones adoptadas por cada individuo parten del papel que esté dispuesto a representar ante el proceso de selección natural.

Como seres racionales que somos, superar el reto de la selección supone diseñar y adoptar una estrategia para adaptarnos y sobrevivir, y ceñirnos a ella de la mejor manera con la meta siempre puesta en llegar a hacer parte de los individuos –escasos o muchos, eso sólo lo dirá el tiempo- que sobrevivirán al proceso de selección. Y es en este punto en que saltan a la vista las diferencias entre individuos. A la selección natural no le hacen mella disculpas, mentiras, subterfugios. El que no fue capaz de obrar a la altura del reto se expone a las consecuencias y la naturaleza no tiene compasión con nadie y no conoce de privilegios salvo los derivados, claro está, de la capacidad de adaptación al cambio.

De modo que si a un individuo no le importa, con su comportamiento, poner en riesgo a los familiares con los cuales comparte vida y habitación, a sus vecinos, al personal sanitario; y que pasa por alto –con asesina indiferencia- la posibilidad de jugar con las vidas de estas personas, lo menos que puede hacer al momento de tomar decisiones –algunas tan elementales como conservar la distancia social- es preguntarse si tiene el propósito de emerger como un individuo ganador, es decir, uno de aquellos que fue capaz de adaptarse mejor que los demás al proceso de selección por el cual todos estamos pasando. De dar la respuesta acertada al reto planteado por la selección natural, estará –de paso- contribuyendo a la sobrevivencia de los demás, así eso le tenga sin cuidado.